El primer lunes de Feria, nada más abrir los cierres por la mañana, se pararon en la parte de Infantil de mi caseta dos señoras octogenarias con su perro, y se quedaron un rato mirando los libros. Una le decía a la otra:
– ¡Qué maravilla de libros, qué ilustraciones, que preciosidad!. ¿Te imaginas que nosotras hubiéramos tenido estos libros en nuestra escuela? – le dice a su hermana.
– Es que nosotras, fuimos maestras -me dicen a mí- y en el mejor de los casos, teníamos un libro para toda la clase, y casi siempre era un libro nuestro, y me contaron cosas de cuando ellas eran maestras. De repente descubrieron un libro que llamó su atención.
– ¡Mira, mira!… este libro lo quiero tener yo.
Se refería a la antología poética Que tenemos que hablar de muchas cosas, que había editado Octaedro. Se lo querían llevar, pero no habían bajado ni dinero, ni tarjeta, así que les ofrecí dejárselo reservado para que pudieran recogerlo al día siguiente. Les di un folleto donde anoté el número de la caseta, para que no se olvidaran, y les recordé también que estábamos frente al Pabellón Infantil. Me lo agradecieron muchísimo y siguieron su camino, con un hasta mañana.
Al día siguiente, me extrañó que no vinieran las señoras a por su libro, pero pensé que vendrían más tarde. A eso de las doce y media, aparecieron delante de mi caseta…
– Ay, hija!!! por fin te encontramos!!!, me dicen.
– ¿Qué pasó? -les pregunto.
– Que nos dejamos el papel que nos diste en casa, y no nos acordábamos del número de la caseta, así que, venimos desde ahí abajo preguntando en todas las casetas… por una librera pelirroja!!
Me encantaron estas entrañables ancianas que me encontraron preguntando -caseta por caseta- por una chica pelirroja.
junio, 2010 © chelopuente