La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.


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Virtudes y coplas.


tumba machado

El día 22 de febrero de 1939 muere en su exilio de Colliure (Francia) el gran poeta español, Antonio Machado, miembro del movimiento literario deconominado Modernismo y uno de los máximos representantes de la Generación del 98.

Cuenta la especialista en Machado, Monique Alonso, que la Universidad de Cambridge le había enviado una carta ofreciéndole un puesto en su rectorado. Desgraciadamente la carta llegó a Colliure al día siguiente de su entierro. Machado fue expulsado post mortem del cuerpo de catedráticos de Instituto y hubo de esperarse hasta 1981 para que fuera rehabilitado, también post mortem, como profesor del Instituto Cervantes.

Y para recordarle, qué mejor homenaje que traer uno de sus poemas, uno que a mí me gusta especialmente por su crítica a la figura del señorito andaluz. Una burla a la frivolidad de estos personajes que tanto desgradaban a Machado y que un día homenajeó Serrat poniéndole música y su voz.

LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO

Al fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!

Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.

Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza,
era su monomanía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.

Y asentóla
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.

Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
—¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.

Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás…
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?

Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!…
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.

¡Oh las enjutas mejillas,
amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho; 
metido en tosco sayal,
las yertas manos en cruz,
¡tan formal!
el caballero andaluz.

Antonio Machado – Sevilla,1875 – Colliure,1939

IN MEMORIAM…

Chelo Puente – febrero, 2013


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Cosas maravillosas.


Ahora que estamos en noviembre, ha venido a mi memoria que fue en este mes, pero de 1922, cuando Howard Carter descubría la tumba de Tutankamon, tras años de intensas excavaciones en el Valle de los Reyes, buscando una tumba inviolada.

En la mañana del 4 de noviembre, los obreros se detuvieron frente a un escalón excavado en la caliza. Los largos años de espera parecieron haber dado -por fin- su fruto, y al final de una escalinata que había permanecido oculta tras los escombros, Carter se encontró frente a la puerta sellada de la Tumba de Tutankamon.

Supongo que le costó un esfuerzo tremendo no empezar a romper los sellos, pero no lo hizo… volvió a tapar lo que con tanto esfuerzo había descubierto, protegió la entrada con soldados armados y esperó la llegada de Lord Carnavon, que era quien había financiado aquel proyecto con su patrimonio privado.

Lord Carnavon y su hija asistieron a la apertura de aquella puerta, que franquearon para encontrar un corredor que terminaba en otra puerta sellada. Realizaron un orificio para poder introducir una vela, como medida de comprobación de que no había gases nocivos en la tumba. Carter entró en ella provisto de su vela, y cuando Lord Carnavan le preguntó impaciente desde el corredor qué era lo que veía, Carter sin apenas poder pronunciar palabras, respondió emocionado… cosas maravillosas.

Y muchos años después y tras 5.000 años de historia, cuando me preguntaron ¿qué viste en la tumba de Tutankamon?, a mi memoria vinieron las palabras de Carter… cosas maravillosas.

Chelo Puente – noviembre, 2012