Le amé desde que era jovencita, le admiré desde que tengo criterio literario, me encantó cuando le conocí personalmente y nunca, nunca le olvidaré.
Con sus versos he amado, con sus canciones me han amado, con sus dibujos me he asombrado, y él ha ocupado, ocupa y ocupará un espacio importante en mi vida, como lo ocupa este libro que ha ido dando tumbos conmigo a cada sitio, a cada lugar, a cada nueva vida… porque es uno de los regalos que más aprecio, es uno de mis tesoros.
Y se ha ido hoy que conmemoro la muerte de otra persona que fue muy querida para mí, de esto hace muchos años, cuando éramos más jóvenes.
MIENTRAS LA VIDA SOÑABA es una conexión con lo más profundo del alma de la escritora. Es un viaje introspectivo hacia las emociones que se desnudan en cada uno de los versos.
A través de esa emoción que surge de la pasión de su lírica, la poeta nos regala sus palabras y sus versos.
La naturaleza, el amor, el desencanto, la soledad, el miedo, la ternura y la tristeza van desfilando ante nuestros ojos mientras fluyen las emociones. Y ese estado emocional es al que quiere llevarnos la autora que contempla, como una espectadora privilegiada, mientras pasa la vida.
Tuve el privilegio y el placer de asistir a la presentación de este poemario, que tuvo lugar en febrero pasado en Barcelona, en la Librería Alibri, y en cuya presentación incluso colaboré muy gustosamente. Ya dije aquella tarde que se trata de un poemario dedicado al AMOR, como ya se indica en el prólogo, a un amor con mayúsculas, porque se trata de un canto al amor a la vida, esa que tratamos de vivir con la máxima intensidad y en ella, como en el libro, nos encontramos con todos los sentimientos posibles y que María G. Vicent nos expresa a través de sus poemas.
Podemos encontrarnos con la nostalgia en el poema Deja que el mar; con la fuerza combativa que mueve nuestra conciencia en Porque ya es tiempo; con el miedo que nos deja un halo de esperanza en Miedo; con la musicalidad de esas felices tardes de verano junto al mar en Tiempo de cerezas; con el dolor y la tristeza que nos estremece en Mi dolor; con la culminación de la vida enLa espera y el mar, esa vida que vamos viviendo mientras se van cumpliendo nuestros sueños, un poema que posee una cadencia especial y que a mí me parece muy lorquiano; con… podría seguir con cada uno de ellos pero no lo voy a hacer, porque quiero que seáis vosotros quienes los vayáis descubriendo.
Por último sólo quiero deciros que este pequeño libro es un gran poemario, porque cada uno de sus poemas, cada uno de sus versos constituyen en sí mismo la explosión de un sentimiento, de toda esa intensidad que María G. Vicent sin duda ha sentido al escribirlos.
No dejéis de leerlo, no dejéis regalarlo, no dejéis de tenerlo a mano para leer un poema en cualquier momento, porque se trata de una poesía que te llega y a la que ni debéis ni podéis renunciar.
Si queréis adquirirlo lo podéis pedir en vuestra librería y también lo podéis conseguir a través de Amazon, tanto en papel como en digital.
Pensaba escribir la reseña de este libro de poemas, prologado por José María Paz Gago, sin haberlo leído y eso es algo inusual, al menos en mí, pero es que conozco los poemas de Leha, los he ido leyendo a medida que nos los iba regalando en Facebook. Sin embargo ahora escribo después de haber leído sus poemas otra vez, de haberlos disfrutado, sentido, emocionado y llorado otra vez.
Ayer domingo tuve la ocasión y el privilegio de asistir a la presentación que se hizo en Madrid de su poemario TE PRESTO MIS ALAS. Casi dos horas, que pasaron como un suspiro, para adentrarnos en su poesía. La presentación corrió a cargo de Basilio Rodríguez, alma mater de la editorial Pigmalión, junto a Ángeles Núñez y Ángeles Cantalapiedra, y los tres coincidieron en admitir que la poesía de Leha es una poesía sincera y natural, que llega y se entiende.
Por mi parte quiero animaros a que os coléis entre sus versos, esos versos dedicados al amor y sobre todo, al desamor. Entre ellos os encontraréis en un juego entre lo real y lo imaginario, un viaje hacia el interior, a ese interior al que conviene asomarse de vez en cuando para comprobar que está repleto de emociones.
Un momento de la presentación
En alguna ocasión ya se lo había comentado a Leha y hoy vuelvo a hacerlo. Hay dos cosas que aprecio especialmente de su poesía: una es que es entendible, que casi siempre huye de los simbolismos, metáforas y giros oníricos que, cuando otros poetas los utilizan, dificultan que la emoción cale profundo; la otra es que en sus poemas no queda ningún cabo suelto, se cierra el círculo, al tiempo que cada final sirve de punto de partida.
TE PRESTO MIS ALAS no está compartimentado, no está dividido en capítulos, secciones o partes. Cada poema puede leerse en cualquier momento, sin seguir la secuencia en la que aparecen en el libro. El lector tiene libertad de elección, se trata de un poemario libre, no de una novela que necesita una lectura continuada, y eso lo hace aún más apetecible de leer.
Podría citaros un sinfín de poemas o textos poéticos extraordinarios que abordan diferentes emociones y todos ellos, de verso libre, escritos con la clara intención de llegar a lo más profundo de cada lector: Desapego, me parece la culminación de ese pasar de los días y los años que concluyen en el desamor; Silencio letal, es un poema áspero, duro, rotundo y comprometido contra el maltrato a las mujeres y el mirar hacia otro lado de la sociedad; y en Ella con Mayúsculas, se cuela el dolor de la pérdida, de la ausencia que se percibe en cada gesto. Así podría continuar pero dejo que lo vayáis descubriendo vosotros.
Aunque algunos de vosotros no seáis lectores asiduos de poesía, leed TE PRESTO MIS ALAS, leed a Leha, porque entre sus versos descubriréis cosas hermosas o tristes, amor y desamor, además de que os encontraréis con vuestras propias emociones. Deja que Leha te preste sus alas para un viaje hacia tu interior.
Con gran alegría he recibido la noticia de que se le haya otorgado el Premio Cervantes 2018, a la nonagenaria poeta uruguaya, además de traductora, ensayista, profesora y crítica literaria
IDA VITALE
miembro de la Generación del 45 y de la vanguardia histórica americana. Se trata de la quinta mujer que, en 40 años que hace que existe el Premio, ha logrado este galardón, haciendo ahora compañía a María Zambrano, Ana María Matute, Dulce María Loynaz y Elena Poniatowska. Y la mejor manera de honrarla es difundir sus versos.
Ida Vitale – Montevideo, 1923
Invierno
Como las gotas en el vidrio, como las gotas de la lluvia en una tarde somnolienta, exactamente iguales, superficiales, ávidas todas, breves, se hieren y se funden, tan, tan breves que no podrían dar cabida al miedo, que el espanto no debiera hacer huella en nosotros.
Después, ya muertos, rodaremos, redondos y olvidados.
El día 22 de febrero de 1939 muere en su exilio de Colliure (Francia) el gran poeta español, Antonio Machado, miembro del movimiento literario deconominado Modernismo y uno de los máximos representantes de la Generación del 98.
Cuenta la especialista en Machado, Monique Alonso, que la Universidad de Cambridge le había enviado una carta ofreciéndole un puesto en su rectorado. Desgraciadamente la carta llegó a Colliure al día siguiente de su entierro. Machado fue expulsado post mortem del cuerpo de catedráticos de Instituto y hubo de esperarse hasta 1981 para que fuera rehabilitado, también post mortem, como profesor del Instituto Cervantes.
Y para recordarle, qué mejor homenaje que traer uno de sus poemas, uno que a mí me gusta especialmente por su crítica a la figura del señorito andaluz. Una burla a la frivolidad de estos personajes que tanto desgradaban a Machado y que un día homenajeó Serrat poniéndole música y su voz.
LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO
Al fin, una pulmonía mató a don Guido, y están las campanas todo el día doblando por él: ¡din-dan!
Murió don Guido, un señor de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo este señor de Sevilla; que era diestro en manejar el caballo y un maestro en refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza, era su monomanía pensar que pensar debía en asentar la cabeza.
Y asentóla de una manera española, que fue casarse con una doncella de gran fortuna; y repintar sus blasones, hablar de las tradiciones de su casa, escándalos y amoríos poner tasa, sordina a sus desvaríos.
Gran pagano, se hizo hermano de una santa cofradía; el Jueves Santo salía, llevando un cirio en la mano —¡aquel trueno!—, vestido de nazareno. Hoy nos dice la campana que han de llevarse mañana al buen don Guido, muy serio, camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido y para siempre jamás… Alguien dirá: ¿Qué dejaste? Yo pregunto: ¿Qué llevaste al mundo donde hoy estás?
¿Tu amor a los alamares y a las sedas y a los oros, y a la sangre de los toros y al humo de los altares?
Buen don Guido y equipaje, ¡buen viaje!… El acá y el allá, caballero, se ve en tu rostro marchito, lo infinito: cero, cero.
¡Oh las enjutas mejillas, amarillas, y los párpados de cera, y la fina calavera en la almohada del lecho! ¡Oh fin de una aristocracia! La barba canosa y lacia sobre el pecho; metido en tosco sayal, las yertas manos en cruz, ¡tan formal! el caballero andaluz.
Hoy, 11 de febrero se cumple el aniversario de la muerte de SYLVIA PLATH. Escritora estadounidense que fue más conocida por su faceta de poetisa y de a cual, la mayoría de su obra se publicó después de su muerte por suicidio, con tan sólo 30 años.
En 1981, el que fue su marido Ted Hughes, preparó la recopilación de sus poemas, que se publicó con el título de Poemas escogidos, y que en 1982 obtuvo el Premio Pulitzer.
Al parecer éste fue el último poema que escribió, y en él parece presagiarse el final de una vida con numerosos episodios depresivos.
IN MEMORIAM…
LÍMITE
La mujer alcanzó la perfección. Su cuerpo muerto muestra la sonrisa de realización, la apariencia de una necesidad griega fluye por los pergaminos de su toga, sus pies desnudos parecen decir, hasta aquí hemos llegado, se acabó. Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes, uno a cada pequeña jarra de leche ahora vacía. Ella los ha plegado de nuevo hacia su cuerpo; así los pétalos de una rosa cerrada, cuando el jardín se envara y los olores sangran de las dulces gargantas profundas de la flor de la noche. La luna no tiene por qué entristecerse, mirando con fijeza desde su capucha de hueso. Está acostumbrada a este tipo de cosas. Sus negros crepitan y se arrastran.
Hoy, que Google nos recuerda que se cumple el 146 aniversario del nacimiento del poeta nicaragüense Rubén Darío, máximo representante del Modernismo literario, le recuerdo con este cuento-poema o poema-cuento infantil, que dedicó a la hija de cinco años del médico Luis H. Debayle Margarita, y que a mí me trae buenísimos recuerdos.
Margarita
Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento:
Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».
La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: «Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!… El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado: «Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver».
La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.
La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.