La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.


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Claraboya


 

 

 

Claraboya
José Saramago – Azinhaga, 1922 – Lanzarote, 2010
Traducción de Pilar del Río.
Edit. Alfaguara – marzo, 2012

 

Un edificio cualquiera de cualquier barrio humilde de Lisboa, despierta una mañana, y con él, sus vecinos. El zapatero Silvestre se levanta de la cama dispuesto a abrir su ventanilla, por la que recoge y entrega sus arreglos, mientras Mariana -su mujer- va preparando el café. Se oyen los pasos de Adriana que se encamina hacia su trabajo, y que vive junto a su madre, su tía y su hermana, disfrutando de la escucha de los programas de música clásica en la radio y de su pasión por Beethoven. El matrimonio de Justina y Caetano que mantiene una relación tremenda de odio-deseo. Rosalía y Anselmo, padres de la joven María Claudia que de tanto protegerla la dejan totalmente desprotegida. Emilio y Carmen, la gallega que nunca se adaptó a vivir en Lisboa y que desde el desamor, añora aquello que pudo haber sido. Y -por último- doña Julia «la mantenida».

Un capítulo para cada casa y sus habitantes, para llegar a la conclusión de la cita de Raúl Brandao «En todas las almas, como en todas las casas, además de fachada, hay un interior escondido», que sirve para introducirnos y al mismo tiempo resumirnos la aventura a la que nos adentramos con la lectura de este libro.

Los devotos de Saramago disfrutarán -como siempre- de su lectura, pero aquellos que le consideran «un poco denso de leer» también lo disfrutarán, porque entre sus páginas se advierte la frescura y la juventud de ese magnífico escritor que sería con los años.

Siempre me sorprendió que Saramago empezara a publicar a edad tan tardía -creo que su primera novela se publicó en 1980- cuando tenía casi 60 años, y a partir de ésta fecha no paró de escribir y de publicar hasta su muerte, para disfrute de los que un día le descubrimos y le hemos seguido, esperando siempre su nuevo libro. Toda su magnífica obra le proporcionó el Premio Nobel de Literatura en 1998, cuando la Academia Sueca dijo de él que era capaz de «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».

Sin embargo Claraboya es la explicación. La escribió con treinta años más o menos y la envió a diferentes editoriales, que la rechazaron, o ni siquiera la leyeron, por lo que no se publicó nunca. Con los años (1989), una editorial que hacía una mudanza, descubrió -entre todas sus cosas- el manuscrito de esta novela, y se lo entregó a Saramago decenas de años después, cuando ya era un escritor consagrado, pero nunca quiso publicarla mientras vivió.

Y -como siempre- un fragmento muy significativo, casi del final, y que -a mí- me ha parecido la esencia de todo el libro…

…»-¿Qué piensa hacer, Abel?
El muchacho se levantó lentamente y se dirigió hacia Silvestre. A dos pasos, le respondió:
Algo muy simple: vivir…»

Chelo Puente – julio, 2012