Nuevamente he leído un breve cuento de Stefan Zweig. Una historia de una cierta picardía, donde nos habla de la idea del doble, que es representado a través de dos hermanas gemelas, iguales pero diferentes. Sophia encarna la razón, mientras Helena es la pasión. Ambas intentan recuperar a su manera el esplendor que ha perdido su familia.
Mientras Helena opta por la pasión, el vicio y la promiscuidad sexual, Sophia opta por la virtud y dedica su vida a las buenas obras, a la virginidad y a la entrega a los demás, como si de una santa se tratara. Sin embargo la línea que separa la virtud de la pasión es tan fina que, a veces, es imposible de separar. Y esto es lo que pretende averiguar, o mejor dicho demostrar Helena poniendo a prueba a su hermana. Así pues, la competencia entre las dos se agudiza durante el reto que Helena le propone a Sophia y que a ésta le resulta imposible rechazar. El resultado, aunque previsible, no deja de ser genial.
Stefan Zweig, 1881 – 1942
Las hermanastiene como subtítulo Conte drolatique, lo que significa cuento de humor y es precisamente en ese tono de humor en el que Stefan Zweig nos cuenta esta breve historia. Sin llegar a hacernos reir, nos instala una sonrisa en los labios que no nos abandona durante toda la lectura. Un cuento pícaro que nos recuerda, como decía anteriormente, lo finísima que es la línea que separa la vida virtuosa de la escandalosa, lo parecidas y cercanas que son en algunos casos en que las apariencias engañan y nada es lo que parece.
Como siempre, ha sido un placer disfrutar de la narración maestra de Stefan Zweig que me ha dejado fascinada por la vida de estas dos hermanas, virtuosas y disolutas al mismo tiempo, narrada en esta brevísima historia, que se lee en un ratito y que me hizo disfrutar de esta pequeña obra de este gran escritor.
Clara Bertran, una chica ciega de una antigua familia de la aristocracia barcelonesa, encarga a Carles, un escritor que malvive de la literatura, y a través de Enric, la redacción de un libro, tan curioso como intrigante, sobre un músico de la calle.
Dentro de un antiguo caserón de la plaza de Sant Felip Neri, las vidas de Clara y Carles, junto con la de Franz, el violinista que procede de Sarajevo, del que Clara quiere saber su historia, se irán entrelazando en un texto que es un grito enrabietado de lucha ante las terribles dificultades que algunas personas tienen que superar sencillamente para seguir viviendo.
Sebastià Bennasar
Nocturn de Sant Felip Neri es una narración envuelta en música y como telón de fondo la ciudad de Barcelona, amada por el autor y maltratada por turistas que no saben disfrutar de ella sin herirla. Una Barcelona que -como ha interpretado alguna crítica- representa la decadencia en el personaje de Clara -de antepasados gloriosos-; el personaje de Carles que simboliza la conservación de la memoria y Franz, un inmigrante adaptado a la ciudad, de la que a veces reniega, pero también la que le acogió en su huida del horror de la guerra en Sarajevo. Pero también simboliza el horror la Plaça de Sant Felip Neri, donde en 1938 fueron ametralladas desde un avión italiano, 43 personas de las cuales la mayoría eran niños y de cuya atrocidad se conservan en la fachada de la iglesia los impactos de las balas.
Enric, el librero de viejo amigo de Clara, a través del cual se establece la relación de ésta con Carles, nos pasea por la historia de la literatura, por los placeres de los libros y su lectura. La biblioteca del caserón palaciego de Clara nos muestra la belleza de las obras más exquisitas adquiridas por sus antepasados, admiradas y deseadas por Enric, por Carles y por cualquier amante de la literatura.
Plaça de Sant Felip Neri – Barcelona –
El hecho de que haya capítulos narrados en segunda persona es algo poco habitual, recurso rara vez usado por escritores, que sin embargo atrapa más al lector haciéndole partícipe de la historia y que muestra la pericia de Sebastià Bennasar.
La guerra es otro de los personajes de esta historia, esa guerra de los Balcanes cruenta y sin sentido que culmina con el horror del sitio de Sarajevo, lo que provoca la huida de Franz de su ciudad, abandonando su vida de violinista y sus raíces, para empezar de nuevo a muchos kilómetros de allí, pero siempre con la culpa a cuestas, como una losa que le hace cuestionarse continuamente si debería haberse quedado, si no debería haber huido aun a costa de poder perder la vida. Toda guerra es una crueldad atroz y -en mi opinión- siempre un sinsentido, pero hay un hecho que a Franz le duele especialmente y es el bombardeo de la Biblioteca de Sarajevo (por error, según dijeron). Nada hay tan intencionado y simbólico como la destrucción de libros, porque con este acto se intenta borrar el pasado, el saber, su identidad como pueblo, su historia, su lengua, algo que hemos visto a lo largo de la historia de la humanidad.
Ruinas de la Biblioteca de Sarajevo Foto de Gervasio Sánchez
Hace unos días leía la noticia de que, después de 22 años, se reabría la Biblioteca Nacional de Sarajevo, que -como decía anteriormente- fue totalmente destruida en 1992, aunque desgraciadamente no se puedan restaurar a su lugar todas las obras literarias que fueron quemadas en su destrucción. De pronto, vino a mi memoria Franz y me le imaginé llegando a Sarajevo para donar a la Biblioteca el libro que Clara le había regalado, una joya antiquísima de los poemas de Ibrahim de Bosnia-Saraj y le vi en su silla de ruedas llorando por las calles de Sarajevo, llorando por haber podido ir, por volver a pisar las calles de su ciudad, por su pasado, por su presente, por todo lo que ha perdido, por todo lo destruido… y a mí se me inundaron los ojos de lágrimas al imaginar su tristeza.
Si leéis en catalán -desgraciadamente aún no está traducida al castellano- no dejéis de leer esta magnífica historia que nos regala Sebastià Bennasar. Una novela crítica de la ciudad de Barcelona, como solo pueden hacerla aquellos que la aman; una crónica, casi periodística, de la tragedia de la guerra de los Balcanes, como condena a cualquier guerra; una historia de lucha, de superación de la adversidad y sobre todo, una historia de amor a la literatura y a la música, que os dejará absolutamente fascinados, como me ha dejado a mí, al tiempo que pensando ¡cómo no lo habré leído antes!.
Recientemente he leído la última novela de Blanca Busquets,La casa del silencio, de la que os dejé un comentario aquí en el blog. Y ahora he terminado otra de sus novelas, Tren a Puigcerdá, en la que -de nuevo- nos presenta unos personajes perfectamente diseñados.
Doce personas se encuentran atrapadas en un tren con destino a Puigcerdá el día de Sant Esteve, donde poco a poco se van revelando sus personalidades y descubriendo que sus vidas tienen algo en común. Un inmigrante del Este, una ex prostituta, una mujer maltratada, una anciana con Alzheimer, una antigua madame y otros personajes que aparentemente no tienen nada que ver el uno con el otro. Todos ellos convivirán accidentalmente en el interior de un vagón de tren, en ese tren que hace el trayecto Barcelona-Puigcerdà.
En ese espacio claustrofóbico, donde una de las pasajeras sufre de claustrofobia, se va tejiendo una telaraña de relaciones que Blanca Busquets entrelaza con gran habilidad. Podríamos decir que ese vagón parado, se convierte por accidente, en el vagón de la vida, de la vida que cada uno de ellos ha llevado y lleva a cabo.
Esta situación es aprovechada por la autora para tratar temas de absoluta actualidad, como la inmigración, el maltrato, la prostitución o el alzheimer, así como otros más emocionales como el amor, la maternidad o la vejez.
Pero además, todas estas historias están narradas con la gracia y maestría propias de Blanca Busquets, recurriendo a diferentes tiempos y diferentes momentos de cada personaje, y de esta forma, nos va descubriendo la relación que guardan entre sí los personajes, todo ello narrado con un lenguaje irónico, ligero y sumamente entrañable.