Federica Montseny Mañé (Barcelona/Madrid, 1905 – Toulouse, 1994). He puesto Barcelona/Madrid en su lugar de nacimiento porque, si bien siempre he creído que había nacido en Barcelona, ahora, al recoger fechas exactas, me he encontrado conque en algunos sitios aparece como lugar de su nacimiento, Madrid. En cualquier caso, no es en absoluto relevante su lugar de nacimiento, sino toda su vida.
Dirigente anarquista española, una de las figuras más emblemáticas del movimiento obrero español y una luchadora por los derechos de las mujeres, Federica Montseny fue la anarquista más conocida y reconocida de los años 20 y 30 del s. XX, en ese periodo que va desde la dictadura de Primo de Rivera a la Guerra Civil, e igualmente fue una brillante escritora y magnífica oradora.
Su vida estuvo marcada desde su nacimiento por la determinante influencia de sus padres, los catalanes Juan Montseny y Teresa Mañé (Federico Urales y Soledad Gustavo, según los seudónimos con los que se les conoció en su actividad social y propagandística). La educación libertaria que recibió de sus padres, y principalmente de su madre, que era maestra, fue determinante en la mujer en que Federica se convertiría después. Un fuerte sentido de la libertad determinaría todo su proceso de aprendizaje. Libertad personal, poder de decisión, elección de su forma de vida, fueron los principios que Teresa Mañé transmitió a su hija. Todo ello rodeado de un ambiente en que la necesidad de extender la educación a todos los grupos sociales constituía un eje fundamental, y es que sólo a través de la adquisición de conocimiento, se podría alcanzar la liberación de hombres y mujeres. Además, Federica asistió también a los cursos libres de la Universidad de Barcelona, completando así una formación que la haría desmarcarse totalmente de las mujeres de su tiempo.
A finales de 1920, con quince años, Federica Montseny escribió su primera novela, Peregrina de amor, que quemó poco después. Al poco tiempo comenzó la redacción de una obra sobre la Barcelona obrera: La tragedia del pueblo, cuyo destino fue también el fuego. A los diecisiete años comenzaron sus colaboraciones en la prensa anarquista, utilizando (para no aprovechar la fama de su apellido) un seudónimo: Blanca Montsan, y en 1923, con dieciocho años, ingresó en la C.N.T.
En el Café Español conoció a Salvador Seguí, el Noi del Sucre, líder sindicalista del momento, y a Lluis Companys, que más tarde sería President de la Generalitat de Catalunya; también conoció en un mitin al anarcosindicalista Ángel Pestaña. Todos ellos, cruciales personajes de la historia social y política de España, y que más tarde compartieron con Federica las convulsas luchas obreras y la trágica Guerra Civil.
Se incorporó al equipo director de la Revista Blanca, órgano teórico del anarquismo español, donde habían colaborado con asiduidad Unamuno, Clarín, Baroja, Pérez Galdós o Pablo Iglesias. Allí se dio a conocer a través de sus muchos escritos, y escribió alrededor de cincuenta relatos para esta revista, en dos series llamadas La Novela Ideal y La Novela Libre. Dos de estos relatos, La victoria y El hijo de Clara, abordaron el problema de la libertad femenina, asunto del que Federica Montseny se ocupó durante toda su vida. A estas obras siguió una tercera, La indomable, novela en buena parte autobiográfica, en la que, como en las anteriores, la autonomía de las mujeres y su derecho a vivir libremente configuraban las bases de la trama.
Federica Montseny se convirtió en la primera mujer en la historia de España en ocupar un cargo de ministra, durante el gobierno de Largo Caballero y en plena Guerra Civil. Hay quien opina que fue la primera ministra de Europa, e incluso, algunos aventuran a que lo fue a nivel mundial. Una de las primera funciones que desarrolló desde su ministerio, estuvo encaminada a la evacuación de refugiados y a las urgencias hospitalarias. Pero principalmente, Federica Montseny pasó a la historia porque durante su cargo de ministra (1936-1937) creó centros de atención a prostitutas; lugares de acogida para niños; comedores para embarazadas, y principalmente, porque se aprobó un proyecto de ley de aborto, que sería eliminado tras su salida del gobierno, y cuyo derecho no recuperarían las mujeres en España, hasta 50 años después.
Sin embargo pocas de sus reforma pudieron culminar en una España en guerra. «Cuando me hice cargo del Ministerio me esforcé en buscar personal idóneo, con la voluntad de potenciar la presencia femenina en este mundo político, del que la mujer se había visto casi siempre marginada», decía. Fue pionera en tratar de combinar su vida como madre, con su trabajo y sus ideas políticas, en una época en que ello era una excepción entre las mujeres españolas.
En enero de 1939, toda la familia Montseny (ya tenía tres hijos) partió al exilio francés, huyendo del avance del ejército franquista. En junio de 1940 sufrirían un segundo éxodo: esta vez huían, junto a miles de franceses, de las tropas nazis. El exilio no supuso, no obstante, el fin de la militancia política de Federica Montseny, que se integró en el S.E.R.E. (Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles) y colaboró en el embarque de los refugiados en mayor peligro, con destino a América.
Durante su largo exilio viajó a Suecia, México, Canadá, Inglaterra e Italia, si bien fijó su residencia en Francia, prosiguiendo su actividad militante con múltiples conferencias, y fue en 1977, restaurada ya la democracia, cuando Federica Montseny volvió a España, y ése día, ése día lo recuerdo perfectamente.
Por todo ésto, hoy 8 de marzo Día de la Mujer Trabajadora, he querido rendir mi pequeño homenaje a una gran mujer, a una mujer que luchó incansablemente durante toda su vida por los derechos de las mujeres, para que estos derechos fueran los mismos que los de los hombres, por ello… Gracias Federica, por tu lucha…