Os deseo que disfrutéis cada día de unas miradas
que os iluminen más que las estrellas.
¡Felices fiestas y felices días llenos de besos y abrazos!
Cuando todo parece perdido puede ser que una luz aparezca en el horizonte, aunque sea a través de todo lo que ya se ha roto y se tardará mucho tiempo en recomponer.
Vivimos tiempos convulsos donde impera la sinrazón y las pocas ganas de entendimiento, y cuando mi corazón está herido no tengo mejor bálsamo que la poesía. Hoy recurro a la del gran poeta Gabriel Celaya, al que tuve el honor de conocer personalmente.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Aún con el gratísimo recuerdo de la visita a La Alhambra
he recordado este bello poema del gran
porque si no has estado en Granada
lo tienes que remediar cuanto antes.
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BALADA DEL QUE NUNCA FUE A GRANADA
¡Qué lejos por mares, campos y montañas!
Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada.
Mi cabeza cana, los años perdidos.
Quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca vi Granada.
Dadle un ramo verde de luz a mi mano.
Una rienda corta y un galope largo.
Nunca entré en Granada.
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves?
¿Quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.
¿Quién hoy sus jardines aprisiona y pone
cadenas al habla de sus surtidores?
Nunca vi Granada.
Venid los que nunca fuisteis a Granada.
Hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca entré en Granada.
Hay sangre caída del mejor hermano.
Sangre por los mirtos y aguas de los patios.
Nunca fui a Granada.
Del mejor amigo, por los arrayanes.
Sangre por el Darro, por el Genil sangre.
Nunca vi Granada.
Si altas son las torres, el valor es alto.
Venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada.
El pasado día 22 de febrero se cumplieron 75 años de la muerte de
ANTONIO MACHADO
y hace unos años le rendí homenaje creando un álbum de fotografías con sus versos.
Un recorrido por los Campos de Castilla de la mano de Antonio Machado,
que amó Castilla tanto como a su Sevilla natal,
y cuyos restos reposan en Collioure… frente al mar.
2014 © chelopuente
Este nuevo miércoles de poesía,
nos despertamos con los versos del gran poeta
que dedicó a la primavera, de la mano de Quevedo.
Espero que disfrutéis de este
miércoles de poesía con besos y versos.
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CON QUEVEDO, EN PRIMAVERA
Todo ha florecido en
estos campos, manzanos,
azules titubeantes, malezas amarillas,
y entre la hierba verde viven las amapolas.
El cielo inextinguible, el aire nuevo
de cada día, el tácito fulgor,
regalo de una extensa primavera.
Sólo no hay primavera en mi recinto.
Enfermedades, besos desquiciados,
como yedras de iglesia se pegaron
a las ventanas negras de mi vida
y el sólo amor no basta, ni el salvaje
y extenso aroma de la primavera.
Y para ti qué son en este ahora
la luz desenfrenada, el desarrollo
floral de la evidencia, el canto verde
de las verdes hojas, la presencia
del cielo con su copa de frescura?
Primavera exterior, no me atormentes,
desatando en mis brazos vino y nieve,
corola y ramo roto de pesares,
dame por hoy el sueño de las hojas
nocturnas, la noche en que se encuentran
los muertos, los metales, las raíces,
y tantas primaveras extinguidas
que despiertan en cada primavera.
– Pablo Neruda –
2014 © chelopuente
Por si nos espera un intenso día de trabajo,
y mientras llega el nuevo día,
nos regalaremos, en este miércoles de poesía,
unos minutos para deleite del espíritu,
adentrándonos en la fascinante magia de la poesía
con este poema de
mientras poco a poco va amaneciendo.
Poema de su breve, pero intenso poemario
Sea de ello lo que fuere.
AMANECER
En la penumbra de la habitación
los perfiles callados de las cosas
poco a poco se van insinuando
con sus lentos volúmenes
de animales que duermen.
Las sábanas, antes de ser blanquísimas,
muestran sus tonos azulados
a la noche que pasa.
Por la ventana abierta, las siluetas
de algunos edificios, con las luces
aquí y allá desperdigadas
de gente que ha velado,
se yerguen como plantas
que esperan la llegada de la luz
en la estación del día.
Algunas nubes flotan
como furgón de cola.
Y de súbito salen los primeros
rayos, pintando el horizonte
de suaves aureolas
sobre las sombras que se esfuman,
y a lo lejos los montes que renacen,
y en el cuarto, los claros que ya anuncian,
rendido al gran instante,
el milagro que viene.
Casi se siente la explosión de luz.
Y de pronto
tu cuerpo…
Juan Manuel González Zapatero noviembre, 2013 © chelopuente