Hoy publico el último poema antes de vacaciones y he elegido este tremendo de la poetisa rusa
ANNA AJMÁTOVA
una de las mayores representantes de la literatura de la Edad de Plata rusa.
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EL ÚLTIMO BRINDIS
Bebo por nuestro destruido hogar, por la terrible vida mía y por la soledad existente entre los dos. Por ti también bebo, por la mentira de aquellos labios que me traicionaron, por tus apagados y fríos ojos, porque el mundo es malvado y cruel y por Dios, que no nos salvó.
Imbuida de un claro componente autobiográfico, Suite francesase inicia en París los días previos a la invasión alemana, en un clima de incertidumbre e incredulidad. Enseguida, tras las primeras bombas, miles de familias se lanzan a las carreteras en coche, en bicicleta o a pie. Némirovskydibuja con precisión las escenas, unas conmovedoras y otras grotescas, que se suceden en el camino: ricos burgueses angustiados, amantes abandonadas, ancianos olvidados en el viaje, los bombardeos sobre la población indefensa, las artimañas para conseguir agua, comida y gasolina. A medida que los alemanes van tomando posesión del país, se vislumbra un desmoronamiento del orden social imperante y el nacimiento de una nueva época.
Según se sabe por sus notas, Suite francesa fue pensada como una composición en cinco partes, como cinco son los tiempos de una suite musical, que fue la idea de la autora, de ahí su título. Sin embargo sólo pudo escribir dos de las cinco, que son las que podemos leer. En ellas nos describe un retrato intimista de la burguesía ilustrada francesa durante la ocupación alemana, donde su presencia despertará odios, pero también historias de amores ocultos y colaboracionismo.
Irène Némirovsky – 1903-1942
Como decía anteriormente, la historia tiene dos partes: Tempestad en junio, donde describe la huida de las familias parisinas de los bombardeos de París. Se retratan familias y personajes de todo tipo que, ante la desesperación del momento, se roban unos a los otros el agua, la comida o la gasolina sin importar su condición social. En Dolce, la estructura es de una novela y la trama se sitúa en un pueblo llamado Bussy, que es ocupado por los alemanes durante tres meses, tiempo en el que conviven con las gentes del lugar y entre los que se suscitan sentimientos contrapuestos: desconfianza y aceptación, odio y amor, resignación e incluso simpatía.
Hace tiempo que quería leer Suite francesa, pero me resistía a hacerlo por el temor a que me encontrara con una narración de un tiempo de guerra vivido personalmente por la autora, y que este hecho -era mi temor- no le hubiera permitido distanciarse del drama que ella misma estaba viviendo, pero me alegra decir que mis temores eran infundados porque ha dotado a la narración de una extraordinaria lucidez, pero también de un desasosiego exento de sentimentalismos, para mostrarnos el reflejo fiel de una sociedad sin rumbo. Su realismo es una radiografía fiel de un país que la ha abandonado a su suerte, como a ella misma abandonó. Irène Némirovxky no llegó a vivir el momento del final de la guerra, pero fue capaz de abstraerse y plasmar un testimonio profundo y conmovedor del ser humano.
La edición de la editorial Salamandra incluye también un gran número de notas de la autora, donde se nos revela como una escritora metódica, que no dejaba sitio a la improvisación. A pesar de la escasez de papel y del peligro que corría su vida, nos ha dejado un auténtico manual de cómo nace una obra literaria. En esas notas descubrimos su afán de escribir una historia que perdurara en el tiempo y así, podemos encontrar una fechada el 2 de junio de 1942, en la que decía: “no olvidar nunca que la guerra acabará y que toda la parte histórica palidecerá. Tratar de introducir el máximo de cosas, de debates que puedan interesar a la gente en 1952 o en 2052…” y lo ha conseguido de forma magistral, porque han pasado más de setenta años, pero siguen existiendo el amor, las guerras, los sentimientos, la envidia, la desconfianza…
Hace poco os dejé un comentario de la película, que no está mal, pero que en ningún caso ha captado la grandeza de esta obra literaria. Ahora que he leído esta maravilla inconclusa sólo puedo pensar cómo habría sido leer la suite completa. Sí lo sé, hubiera sido sublime.
Una tarde de finales del invierno llegó un muchacho a la librería a cumplir con las demandas de su profesora de Literatura y esto fue lo que aconteció.
– ¿Tienes Metamorfosis? – me preguntó. – Aún no. No ha llegado la primavera, todavía no soy mariposa – le digo en broma. – ¿Cómo? – se sorprende. – Nada, era una broma. ¿Cual quieres? ¿de qué autor?- le pregunto. – Pues no me acuerdo muy bien… de Virgilio, creo. – ¡¡Será de Ovidio!! – le miro con cara de empezar a regañarle en un momentín. – Sí, sí. Eso, de Ovidio. – Uy, que gordo – me dice al darle un ejemplar. – ¡¡Cómo que qué gordo!! – Es que la profesora nos ha dicho que tiene unas 80 páginas sólo, y éste es muy gordo. – Metamorfosis, de Ovidio, es lo que es, ni gordo, ni flaco -le digo sonriendo- pero en ningún caso puede tener 80 páginas. – Es que no sé, ¿y no hay otro con menos hojas? – me insiste.
De pronto caigo en la cuenta, ante su insistencia en el número de hojas…
– Vamos a ver. ¿No será La metamorfosis, de Kafka?. Hay dos libros emblemáticos, titulados Metamorfosis. Uno de ellos escrito por Ovidio (s. I aC.) y otro escrito por Kafka (s. XX) y entre ambos hay ¡¡21 siglos de diferencia!! así que no te puedes confundir. Y sí, el de Kafa tendrá unas 80 páginas. – Clarooooo, es éste – es que yo no sabía que Kafka era el autor. – La próxima vez que me digas que no sabías quién era Kafka, te voy a mandar que me hagas un resumen ¡que lo sepas!. – Jo… eres más dura que mi profe – me dice con carita de niño bueno. Y, claro, me dejó desarmada y perdonándole el resumen. ¡¡Santa madonna!! Esos adolescentes, me ganaban con una sonrisa.
Una tarde de viento huracanado de Madrid estaba en mi librería, al calor de los libros, cuando recibí la visita de un adolescente, cliente de la librería.
Esa última semana habían sido tardes de El lazarillo de Tormes, el que edita la editorial Laberinto. Lo había pedido el profe de Literatura de un instituto de allí al lado, exactamente esa edición. Os lo cuento para poneros en antecedentes…
– Hola ¿Tienes El lazarillo? – ¿El de Laberinto? – le pregunté. – No, no… ¡¡el de Tormes!! – Jajajaja… quería decir que si quieres el de la editorial Laberinto. – Jo, es que me lías.
En un Barrio perdido, caminando por la Calle de las tiendas oscuras, se sentó En el café de la juventud perdida, en uno de aquellos Domingos de agosto mientras ojeaba El libro de familia y pensaba que fueron Tan buenos chicos aquellos que leyeron la Trilogía de la ocupación con avidez, mientras su mente se perdía en El horizonte.
Jezabeles la última novela que he leído de la escritora ucranianaIréne Néminovsky(1903-1942) a la que admiro desde el mismo día que me dejó fascinada con su brevísima novela El baile, y de la que siempre pienso que nos habría regalado infinitos momentos de placer lector, de no haber muerto trágicamente en un campo de concentración con solo 39 años.
En Jezabel, la bellísima, rica y sexuagenaria Gladys Eysenach se enfrenta a un juicio en el que es acusada del asesinato de su presunto amante, el veinteañero Bernard Martin. Gladys es una de esas personas de la alta sociedad que recorre Europa de fiesta en fiesta, envidiada por las mujeres y deseada por los hombres. En el juicio ve como se realiza un recorrido por toda su vida: su nacimiento en Uruguay, su infancia, el exilio, su matrimonio, la tortuosa relación con su hija… y poco a poco nos vamos adentrarnos en la psicología de este magnífico personaje que vive toda su vida obsesionada por la belleza y la juventud. Pero, ¿qué se esconde detrás de la trágica muerte del jovencísimo Bernard? ¿qué hace que una mujer de mundo como Gladys se vuelva loca por un joven tan anodino como Bernard?.
Es tal la obsesión de Gladys por la belleza y la juventud, que le llevan a vivir una vida totalmente falsa, llena de mentiras sobre su edad, que desembocan en acciones tremendas con respecto a su hija, derivando en una obsesión enfermiza por tratar de mantener una eterna juventud.
Puede que esta novela -escrita en 1936, cuando tenía ya 33 años- tenga bastante de autobiografía, ya que la propia Irène tuvo una madre que -como Gladys- también fue una mujer muy bella y poderosa que la hizo sufrir muchísimo, dado que nunca la quiso y por ello fue criada por distintas niñeras. Fanny -era el nombre de la madre- no podía soportar la idea de perder su juventud y su belleza, y ésto se hizo tan obsesivo que vestía a Irène de niña -aunque ya era más que una adolescente- para ocultar su edad. Esta situación provocó un alejamiento profundo y duradero de su madre. Es muy probable que con Jezabel, la propia Irène Némirovsky deseara vengarse de ella, de lo que la hizo sufrir y de su absoluta falta de amor.
El título es sin duda una alegoría al personaje de la Biblia –Jezabel– que utilizaba sus encantos para manipular a quienes la rodeaban, y todo ello con una narración que nos proporciona una mirada, bastante crítica, de la festiva y ociosa clase burguesa a la que la propia Némirovskypertenecía.
Hay libros que nos gustan, otros nos gustan mucho, otros muchísimo, pero luego están los que, como éste, fascinan.
«…y dentro de cada charco, por pequeño que fuese,
estaría el cielo…
el cielo que a veces rompía un pájaro… un pájaro que tenía sed
y rompía sin saberlo el cielo del agua con el pico…
o unos cuantos pájaros chillones que bajaban de las hojas
como relámpagos, se metían en el charco, se bañaban en él
con las plumas erizadas y mezclaban
el cielo con fango y con picos y con alas.
Contentos…»
Con este precioso final, termina una de las novelas más famosas y fascinantes de la literatura, no sólo catalana, sino universal, al haber sido traducida a cuarenta lenguas.
En La plaza del diamante, Mercè Rodoreda nos cuenta la historia de Natalia, una mujer como tantas otras de la época de la República y el inicio de la Guerra Civil, que acepta con resignación aquello que la vida le depara, al igual que acepta la sumisión a su marido, hasta el punto de permitir que le cambie el nombre por el de Colometa.
Publicada en 1962, se ha convertido en un clásico de la literatura de posguerra, al igual que en un homenaje a todas aquellas colometas que llenaron la historia de España.