Hojeando el ejemplar de El retrato de Dorian Gray que tengo en mi biblioteca privada me he encontrado con este fragmento tan preciso y exacto…
«Quizá el amor pudiera cruzarse en su vida, purificándolo y protegiéndolo de aquellos pecados que ya parecían agitársele en la carne y el espíritu: aquellos curiosos pecados todavía informes cuya indeterminación misma les prestaba sutileza y atractivo. Tal vez, algún día, el rictus de crueldad habría desaparecido de la delicada boca y él estaría en condiciones de mostrar al mundo la obra maestra de Basil Hallward…»
Fragmento de El retrato de Dorian Gray Oscar Wilde – Dublín, 1854 – París, 1900.
Asomado al balcón, debatiéndose entre la vida que bulle en la calle y la novela que ha empezado a escribir pero que no le satisface, el escritor se ve asaltado por el recuerdo de una conversación que tuvo lugar cincuenta años antes, en otro balcón, con su madre. «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había muerto en mayo, y ahora se abría ante nosotros un futuro incierto pero también prometedor». Este libro es la narración emocionante de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad.
Es también el relato, a veces de una implacable sinceridad, otras chusco y humorístico, de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente.
Luis Landero – Alburquerque (Badajoz), 1948
El balcón en inviernose mueve principalmente entre la fantasía y la realidad como ocurre en toda su obra, encontrando la absoluta genialidad en el texto sobre el baile del autor con Sofía Loren ¡fascinante!.
Nos habla de la nostalgia, de la vida rural y su práctica desaparición, del transcurrir del tiempo y de la importancia de las relaciones familiares, de la memoria, de la intensa y estrecha relación con su madre y la presencia de un padre fallecido demasiado pronto. Y entre todo, las notas de humor en los fragmentos más dramáticos, rodeando todo el texto de ese estilo tan evocador y tan impactante, tan Luis Landero.
En la faja que abraza El balcón en invierno, aparece una frase que dice: «El libro más sincero y probablemente más hermoso de Luis Landero». No sé si es el mejor de todos, pero sí el más hermoso, el más conmovedor, el más nostálgico, el más Landero, ese que no puedes perderte.
«Una obra de ineludible lectura… que ni al lector más prevenido dejará indiferente», ha dicho J.M. Pozuelo-Yvancos, Abc Cultural. Y yo, estoy de acuerdo.
¡Felices lecturas, amig@s!
Si alguien desea tenerlo, lo tengo en la librería dispuesto a viajar donde tú digas.
Jezabeles la última novela que he leído de la escritora ucranianaIréne Néminovsky(1903-1942) a la que admiro desde el mismo día que me dejó fascinada con su brevísima novela El baile, y de la que siempre pienso que nos habría regalado infinitos momentos de placer lector, de no haber muerto trágicamente en un campo de concentración con solo 39 años.
En Jezabel, la bellísima, rica y sexuagenaria Gladys Eysenach se enfrenta a un juicio en el que es acusada del asesinato de su presunto amante, el veinteañero Bernard Martin. Gladys es una de esas personas de la alta sociedad que recorre Europa de fiesta en fiesta, envidiada por las mujeres y deseada por los hombres. En el juicio ve como se realiza un recorrido por toda su vida: su nacimiento en Uruguay, su infancia, el exilio, su matrimonio, la tortuosa relación con su hija… y poco a poco nos vamos adentrarnos en la psicología de este magnífico personaje que vive toda su vida obsesionada por la belleza y la juventud. Pero, ¿qué se esconde detrás de la trágica muerte del jovencísimo Bernard? ¿qué hace que una mujer de mundo como Gladys se vuelva loca por un joven tan anodino como Bernard?.
Es tal la obsesión de Gladys por la belleza y la juventud, que le llevan a vivir una vida totalmente falsa, llena de mentiras sobre su edad, que desembocan en acciones tremendas con respecto a su hija, derivando en una obsesión enfermiza por tratar de mantener una eterna juventud.
Puede que esta novela -escrita en 1936, cuando tenía ya 33 años- tenga bastante de autobiografía, ya que la propia Irène tuvo una madre que -como Gladys- también fue una mujer muy bella y poderosa que la hizo sufrir muchísimo, dado que nunca la quiso y por ello fue criada por distintas niñeras. Fanny -era el nombre de la madre- no podía soportar la idea de perder su juventud y su belleza, y ésto se hizo tan obsesivo que vestía a Irène de niña -aunque ya era más que una adolescente- para ocultar su edad. Esta situación provocó un alejamiento profundo y duradero de su madre. Es muy probable que con Jezabel, la propia Irène Némirovsky deseara vengarse de ella, de lo que la hizo sufrir y de su absoluta falta de amor.
El título es sin duda una alegoría al personaje de la Biblia –Jezabel– que utilizaba sus encantos para manipular a quienes la rodeaban, y todo ello con una narración que nos proporciona una mirada, bastante crítica, de la festiva y ociosa clase burguesa a la que la propia Némirovskypertenecía.
Hay libros que nos gustan, otros nos gustan mucho, otros muchísimo, pero luego están los que, como éste, fascinan.