Hoy te envio este mail para que tengas constancia de un tema relevante. Te voy a contar el cuento más corto y más bonito que has leído en tu vida, ya verás y ya me dirás lo que te parece este inusual cuento. Había una vez una muchacha que le preguntó a un chico si se quería casar con ella. El chico le contesto que No y la muchacha vivió feliz para siempre. Sin lavar, ni cocinar, ni planchar para nadie. Saliendo con sus amigos, acostándose con quien le daba la gana, gastando su dinero en sí misma y sin trabajar para ninguno… y así vivió feliz comiendo perdices, o lo que le daba la gana».
Pero ¿sabes cual es el problema, querido amigo? El problema es que de pequeñas, no nos contaban estos cuentos. Y nos fastidiaron ¡¡con el dichoso príncipe azul!! Te mando un besote grande y otro día te cuento otro cuento.
Rescatados del trastero, la editorial Alfaguara publicó a finales del verano de 2010 la colección de cuentos de Marguerite Yourcenaren este volumen Cuentos completos, donde por primera vez se reunen todos ellos. Se trata de un compendio de sus cuatro libros de relatos: Cuento azul (1993), Fuegos (1936), Cuentos orientales (1938) y Como el agua que fluye (1982).
Como veis, fue algo inédito hasta ese momento y es un auténtico placer tener en un mismo volumen estos cuatro magníficos libros de relatos. Sólo con fijarse en las fechas -tan dispares en el tiempo-, nos damos cuenta de que nos encontramos ante las reflexiones de Yourcenar, acerca de diferentes temas, a lo largo de más de 50 años de su vida.
No os voy a comentar casi nada del libro, ya que como he mencionado anteriormente, y como su propio título indica son unos veinticinco relatos, cada uno diferente, pero sí voy a hablaros de uno especialmente bello El hombre que amó a las Nereidas, que pertenece al libro Cuentos orientales.
Jean Dematriadis cuenta a su mujer por qué Panegyotis se quedó mudo y trastornado a los 18 años, dicen que, después de haberse encontrado con las hadas. A partir de entonces, Panegyotis no habla, se ha convertido en un mendigo, pero siempre tiene una sonrisa de felicidad. Dematriadis casi le llega a envidiar… «en algunas ocasiones, hasta llego a envidiarle; yo, que soy un hombre razonable y rico, pues no encuentro a menudo en mi camino más que aburrimiento y vacío» y continua… «Homero ya sabía cómo ven consumirse su inteligencia y sus fuerzas aquellos que se acuestan con las diosas de oro»… y a veces se me ocurre pensar que tal vez la ilusión sea la forma que adoptan, a los ojos del vulgo, las más secretas realidades…»pues éso, hagamos caso a Homero y vivamos nuestras ilusiones.
Hoy, que Google nos recuerda que se cumple el 146 aniversario del nacimiento del poeta nicaragüense Rubén Darío, máximo representante del Modernismo literario, le recuerdo con este cuento-poema o poema-cuento infantil, que dedicó a la hija de cinco años del médico Luis H. Debayle Margarita, y que a mí me trae buenísimos recuerdos.
Margarita
Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento:
Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».
La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: «Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!… El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado: «Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver».
La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.
La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.