Ahora que sé dónde está el Tiffany de aquí, cualquier día -frente a su escaparate- me tomaré un «desayuno con diamantes» mientras planeo unas «vacaciones en Roma» como una «fair lady», sin olvidar que tengo que organizar «un encuentro en París» con «Sabrina» y «los que no perdonan», ésos que creen en los «lazos de sangre», porque si no se organizará una «guerra y paz» y terminaremos «solos en la oscuridad» viajando «dos en la carretera».
Hoy, 19 de agosto, se cumplen 79 del asesinato del gran poeta universal
Federico García Lorca
FEDERICO GARCÍA LORCA
y no podíamos pasar mejor este miércoles de poesía que con este poema que le dedicó el gran poeta
MIGUEL HERNÁNDEZ
ELEGÍA
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, y en traje de cañón, las parameras donde cultiva el hombre raíces y esperanzas, y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras, ¿qué tiempo prevalece la alegría? El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto vienen una vez más a nuestro encuentro. Y una vez más al callejón del llanto lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro de esta sombra de acíbar revocada, amasado con ojos y bordones, que un candil de agonía tiene puesto a la entrada y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo, en la misma raíz desconsolada del agua, del sollozo, del corazón quisiera: donde nadie me viera la voz ni la mirada, ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente despacio, el corazón se me desgarra despacio, y despaciosa y negramente vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía, sin olvidar el eco de ninguno, por haber resonado más en el alma mía, la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García hasta ayer se llamó: polvo se llama. Ayer tuvo un espacio bajo el día que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres! Tu agitada alegría, que agitaba columnas y alfileres, de tus dientes arrancas y sacudes, y ya te pones triste, y sólo quieres ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto, durmiéndote de plomo, de indiferencia armado y de respeto, te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo, que ceñía de espuma y de arrullos el cielo y las ventanas, como un raudal de pluma el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas, no podrá con tu savia la carcoma, no podrá con tu muerte la lengua del gusano, y para dar salud fiera a su poma elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva, hijo de la paloma, nieto del ruiseñor y de la oliva: serás, mientras la tierra vaya y vuelva, esposo siempre de la siempreviva, estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla, pero qué injustamente arrebatada! No sabe andar despacio, y acuchilla cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido, tú, el gavilán más alto, desplomado, tú, el más grande rugido, callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado, como un derrumbamiento de martillos feroces, sobre quien te detuvo mortalmente. Salivazos y hoces caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas. Un cósmico temblor de escalofríos mueve temiblemente las montañas, un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos, veo un bosque de ojos nunca enjutos, avenidas de lágrimas y mantos: y en torbellino de hojas y de vientos, lutos tras otros lutos y otros lutos, llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos, volcán de arrope, trueno de panales, poeta entretejido, dulce, amargo, que al calor de los besos sentiste, entre dos largas hileras de puñales, largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía, vienen poblando todos los rincones del cielo y de la tierra bandadas de armonía, relámpagos de azules vibraciones. Crótalos granizados a montones, batallones de flautas, panderos y gitanos, ráfagas de abejorros y violines, tormentas de guitarras y pianos, irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento en la muerte desierta, parece que tu lengua, que tu aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía por una tierra que el silencio alfombra, que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía como un hierro de horca y pruebo una bebida funeraria. Tú sabes, Federico García Lorca, que soy de los que gozan una muerte diaria.
El pasado lunes 23 de febrero se cumplió el aniversario de la muerte -con sólo 25 años- del poeta inglés
JOHN KEATS
Su corta vida no fue óbice para que su obra poética le haya situado
entre los mejores poetas británicos del Romanticismo, si bien no fue valorada hasta después de su muerte. Aunque siempre tuvo la sensación de escribir a la sombra de los grandes poetas del pasado, su lírica está dotada de un especial lenguaje imaginativo y cargado de melancolía.
IN MEMORIAM…
Pero cuando el acceso de atroz melancolía se cierna repentino, cual nube desde el cielo que cuida de las flores combadas por el sol y que la verde colina desdibuja en su lluvia, enjuga tu tristeza en una rosa temprana o en el salino arco iris de la ola marina o en la hermosura esférica de las peonías; o, si tu amada expresa el motivo de su enfado, toma firme su mano, deja que en tanto truene y contempla, constante, sus ojos sin igual.
Hoy, 23 de enero se cumplen 26 años de la muerte del gran pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor catalán
SALVADOR DALÍ
considerado uno de los máximos representantes del Surrealismo.
Compañeros de residencia en Madrid fueron García Lorca y Luis Buñuel, con los que mantendría una estrecha amistad que dio como fruto
excelentes colaboraciones artísticas.