Irina y Lawrence son dos americanos que viven en Londres. Desde hace cinco años, el día del cumpleaños de su amigo Ramsey Acton, cenan con él. Irina se compadece un poco de Ramsey, un jugador profesional de snooker, que está solo desde su divorcio –o eso es lo que ella cree–, y siempre ha evitado quedarse a solas con él.
Llega el día del cumpleaños, Lawrence, ausente en un viaje de trabajo, insiste en que Irina cene con Ramsey. Ella no tiene ninguna gana, pero van a un refinado restaurante japonés, y después a casa de él. Irina descubre a un Ramsey desconocido, y lo que iba a ser un encuentro inocuo se convierte en la divisoria de las aguas, en ese instante único en que la decisión que se tome cambia para siempre la vida.
Lionel Shriver – EE.UU, 1957
Siempre me he preguntado en diferentes ocasiones y por diferentes motivos qué hubiera ocurrido de haber tomado la decisión contraria a la que tomé en un momento determinado, y la respuesta siempre es la misma… no lo sé.
Por eso la solución que plantea Lionel Shriver es algo sumamente novedosa en una novela, porque plantea dos posibilidades: una y la contraria, conduciendo la novela y al lector por caminos alternativos y simultáneos, igual que los dos futuros que se abren ante Irina. Y mientras esto va sucediendo me fui encontrando en una encrucijada sin saber qué postura tomar. En ocasiones me mostraba firme defensora de la fidelidad y por tanto contraria a cualquier decisión que tomara Irina que la llevara por otro camino. Pero unos capítulos después me parecía estupendo que Irina le fuera infiel a Lawrence porque estaba viviendo una experiencia enriquecedora para ella.
No es una novela muy al uso pero me ha resultado muy muy interesante y con varios momentos para la reflexión sobre un tema tan antiguo como la infidelidad.
De ella han dicho: «Fascinará a cualquiera que se haya preguntado alguna vez qué habría pasado si hubiera seguido, o ignorado, uno de esos impulsos que cambian la vida» Francine Prose, People.
Hoy te envio este mail para que tengas constancia de un tema relevante. Te voy a contar el cuento más corto y más bonito que has leído en tu vida, ya verás y ya me dirás lo que te parece este inusual cuento. Había una vez una muchacha que le preguntó a un chico si se quería casar con ella. El chico le contesto que No y la muchacha vivió feliz para siempre. Sin lavar, ni cocinar, ni planchar para nadie. Saliendo con sus amigos, acostándose con quien le daba la gana, gastando su dinero en sí misma y sin trabajar para ninguno… y así vivió feliz comiendo perdices, o lo que le daba la gana».
Pero ¿sabes cual es el problema, querido amigo? El problema es que de pequeñas, no nos contaban estos cuentos. Y nos fastidiaron ¡¡con el dichoso príncipe azul!! Te mando un besote grande y otro día te cuento otro cuento.
Ya sé, ya sé que hace mucho tiempo que no te escribo, pero es que ahora estoy más entretenida. No, no creas que no me acuerdo de ti, que sí y no pienses que te escribo poco porque te quiero menos, que no es así.
Bueno, que me enrollo. Lo que quiero contarte es una cosa que me contó un amigo mío el otro día que quedé con él a cenar. ¿Sabes dónde? en ese restaurante japonés que hablamos un día. Que sí, que sí que ya sé que te dije que iría contigo, pero bueno ya iremos otro día, que no hace falta que te pongas así.
Pero yo lo que quería contarte es que este amigo trabaja en el departamento de Selección de Personal de una empresa grande y me contó que el otro día entrevistó a un chico para un puesto que tenían que cubrir y claro, a él le gusta seleccionar gente que, aparte de tener los conocimientos técnicos necesarios para el puesto, tenga también un grado adecuado de cultura en general. Ya sé que para ser comercial de herramientas no hace falta saber de Historia, pero qué quieres, a él le gusta tener en la Empresa a gente con cultura, así es mi amigo.
Como te decía, entrevistaba a un chico y ésto fue lo que pasó:
– ¿Tienes conocimientos de la Historia de España Contemporánea? -le preguntó mi amigo. – Uy, la Historia Contemporánea de España era mi asignatura favorita -contestó el muchacho. – Entonces, sabrías decirme una colonia importante de España en el s. XX – ¡Por supuesto! NENUCO
Pues sí, te lo cuento como me lo contó él. ¿Que te parece un chiste? No, no, si mi amigo no es de los que le gustan los chistes, que él es un chico muy serio y me dijo que ésto era verdad, verdadera.
Ves, luego dices que no te escribo y es que eres un excéptico y no te crees nada de los que te cuento. Que sí, que sí, que te seguiré escribiendo, pero ahora te dejo que tengo mucho que hacer.
Estos días pasados, en Facebook, me etiquetaron en este juego que ya había visto por algún sitio. Ya sabéis que no soy de jugar, pero ésto no me parece un juego, sino una forma de conocernos un poquito más.
Se trata de hacer una lista con los 10 libros que hayan dejado huella en ti y que atesoras hasta el punto de no desprenderte de ellos ni para prestárselos a tu mejor amigo.
Si alguno quiere participar, podría dejarnos su lista y así dejarnos disfrutar de sus gustos literarios.
Bien, pues dicho lo dicho. Esta es mi lista…
1.- “El escarabajo”de Manuel Mújica Láinez. Porque me paseó por la Historia de la mano de una fabulosa novela.
2.- “Cancionero”de Ausías March. Porque con él nació la poesía y me inició a mí en aprender a disfrutarla.
3.- “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera. Porque me enseñó la complejidad de la personalidad del ser humano.
4.- “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Porque antes de empezarlo tenía miedo a que no me fascinara y cuando lo terminé tuve miedo a que ninguno más me volviera a fascinar.
5.- “Memorial del convento” de José Saramago. Porque según lo leía pensaba que no tenían nada que hacer conmigo todos los pilares de todas las tierras del mundo mundial.
6.- “La divina comedia”de Dante Alighieri. Porque me enseñó que del Paraíso al Infierno se pasa en un instante, por eso hay que disfrutar de cada momento.
7.- “El beso de la mujer araña” de Manuel Puig. Porque me enseñó que la amistad verdadera está por encima de ideologías o formas de ser.
8.- “Madame Bovary” de Gustave Flaubert. Porque me reafirmó como mujer contraria a los convencionalismos.
9.- “El extranjero”de Albert Camus. Porque lo leí muy jovencita y me impactó desde el inicio.
10.- “Crimen y castigo” de Fiodor Dostoievski. Porque es la tragedia más bellamente narrada.
Y se me han quedado tantos que tendría –como mínimo- para otros diez más. Autores a los que admiro y con los que disfruto muchísimo, como el gran Miguel Delibes; la maravillosa Doris Lessing; el añorado Terenci Moix; los paseos por Barcelona de la mano de Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán; el genial Stefan Zweig; la gran escritora Joyce Carol Oates; al grandioso Tolstoi… y a muchos más.
Sí, sí, ya estoy de vuelta de mis vacaciones. Bueno en realidad hace más de un mes que he vuelto, pero no he tenido tiempo de escribirte. Pero hoy te voy a contar algo que me pasó el otro día.
Verás. La otro mañana estaba sentada en una terraza tomando un café, sí, sí, en una terraza, porque, aunque estemos ya en otoño, aún las mañanas soleadas son muy agradables para sentarse fuera.
Como te decía, estaba allí tomando mi café y en una mesa de al lado había tres chicas -de unos cuarenta años más o menos- que charlaban animadamente de las vacaciones, de sus parejas, en fin, ya sabes, de sus cosas.
Al estar sola, irremediablemente, oía lo que decían, pero no porque yo sea una cotilla, sino porque estaban justo a mi lado. Pero realmente empecé a prestar atención intencionada cuando escuché ésto que te voy a contar…
– Oye, vosotras ¿cuándo haceis el amor? ¿con qué frecuencia? – preguntó la rubia. – Yo todos los fines de semana -contestó la morena. – Ah! pues muy bien, viernes, sábado y domingo -dijo la morena- ¿y tú?. – Yo, los dias que empiezan por M -contestó. – Bueno, no está mal, martes y miércoles -dijo la rubia. – ¿Y tú, Neus, que no dices nada? – preguntaron las dos al unísono a la amiga peliroja que no había hablado. – Yo, los días que empiezan por D -contestó. – ¡Uy, pobrecita, sólo los domingos! -se asombraron sus amigas- claro,será porque no tienes pareja estable… – No, es porque… ¡soy catalana!… Dilluns, Dimarts, Dimecres, Dijous, Divendres, Dissabte y Diumenge.
Figúrate, querido amigo, la cara que se les quedó a sus amigas, que se pensaban que ella lo tenía más difícil, jajaja.
Hacía tiempo que quería escribirte, pero claro, con este calor, se me derriten hasta las teclas, pero ahora te voy a contar una cosa que ya verás, ya.
Estaba con un amigo hace unos días, sentados en una terracita frente al mar, sí hombre en esa que se está tan bien ¿no sabes la que te digo?. Bueno, a lo que iba a contarte. Estábamos hablando de esas veces en que quieres decir una palabra, pero, sin querer, dices otra parecida, pero que significa algo totalmente distinto. ¿Cómo que no me entiendes adonde quiero ir a parar? Pues espera, hombre, no seas impaciente que te tengo que explicar los prolegómenos para que lo entiendas bien.
Como te decía, hablábamos de esto, cuando mi amigo me contó lo que le había pasado el otro día. Resulta que su mujer había estado de rebajas y cuando llegó a casa se probó el vestido que se había comprado.
– ¿Te gusta, cariño? -preguntó ella. – Sí, está bien -contestó él.
– ¿Te parece que me hace gorda?
– Que va buda mía.
Y claro, mi amigo cree que fue un lapsus linguae, pero yo sé que no, y le regañé, porque ya me imagino la cara que se le quedó a su mujer al oirle, que, vale, está un poco gordita, pero no era para que le dijera buda, claro.
Cuando me contaba esto me vino a la memoria algo que siempre recuerdo. Hace años conocí a una persona que cuando se refería a que no era el lugar adecuado para decir algo, decía «este no es el quorum» en lugar de no es el foro, pero este chico lo decía para hacerse el interesante y lo que hacía era equivocarse, porque todo el mundo sabe que quorum y foro son palabras de significado muy diferente.
Uy! que tarde se me ha hecho y tengo que seguir contestando el correo. Nos vemos cualquier día de estos.
Hace tiempo que no te escribo un email porque no tenía nada importante que contarte, pero hoy, hoy si que tengo una cosa superimportante.
Verás… Estaba yo el otro día con una amiga mía y me contaba una cosa que le pasó una noche con su marido… ya verás, ya…
Después de cenar estaban ellos dos sentados en el salón. Ella leía una novela, él tenía la mirada perdida en algún punto inexacto del jardín a través de la ventana, con una actitud soñadora.
– ¿Sabes cariño? -dijo el marido. ¡Cómo añoro los viejos tiempos!, cuando tenía 30 años. Aquellos en los que vivía en un apartamento cutre, con unos muebles cutres, comía en restaurantes cutres y tenía un coche cutre de tercera mano, pero cada noche me llevaba a la cama a una rubia delgada, escultural, joven y diferente. Ahora vivo en una magnífica casa con jardín, con unos muebles de diseño, como en los mejores restaurantes y tengo uno de los coches más lujosos del mercado, pero… cada noche me acuesto con la misma mujer de más de 50 años y con un poco de sobrepeso. ¡Ay, no sé si me comprendes!
– Claro que te comprendo, querido -contestó mi amiga, que es muy comprensiva. Claro que comprendo que añores los viejos tiempos. Por éso te digo sal, ve a buscar y llévate a la cama cada noche a una rubia delgada, joven, escultural y diferente, y no te preocupes de nada más, porque yo me encargaré de que vuelvas a tener un apartamento cutre, con unos muebles cutres, vuelvas a comer en restaurantes cutres y a tener un coche cutre.
El marido, amigo mío, ante la comprensión desmedida de su mujer, calló sin saber qué responder y salió a dejar la basura. Mi amiga siguió leyendo su novela, con la satisfacción de saber lo bien que comprendía a su marido.