La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.


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Que se ponga el Presidente


Ayer me llamó una amiga mía muy nerviosa y apurada para preguntarme si yo tenía el teléfono de Pedro Sánchez.

—¿Qué Pedro Sánchez? —le contesté yo con una pregunta— porque yo no conozco a nadie con ese nombre.
—Pues, hija, quién va a ser —me contestó nerviosa—, pues Pedro Sánchez, nuestro Presidente.

Sí, sí, como lo oís… ¡el Presidente!,  y yo no daba crédito a lo que me decía.

—¡En qué cabeza cabe que yo vaya a tener el teléfono del Presidente de todas las españas! —le dije con los ojos como los de ese búho que es el que todo lo sabe. Yo pensé que mi amiga se había trastornado con estos meses de confinamiento, por eso seguí insistiendo, para cerciorarme de que no era así.
—¿Y para qué quieres tú hablar con el Presidente? si puede saberse.
—Para preguntarle una cosa —me contestó.
—¿Qué cosa es esa que es tan importante como para preguntársela al Presidente? —yo no iba a parar hasta enterarme.
—Pues que si este verano, los de Madrid, vamos a poder ir a la playa —me soltó de golpe, a bocajarro.
—¡Mujer! eso dependerá de cómo nos vaya en las fases de la desescalada —le dije yo tratando de apaciguarle—. En cualquier caso el Presidente tampoco lo sabrá, todo dependerá de lo que digan los expertos sanitarios. Pero tampoco es una cosa que ahora mismo nos deba preocupar ¿no crees?
—A mí me preocupa muchísimo y por eso necesito que el Presidente me diga si vamos a poder ir a la playa o no —me dijo casi sin respirar.
—¿Y por qué lo necesitas saber ya, con esta urgencia?
—¡Muy fácil! Para saber si tengo que empezar la operación biquini o no, porque dime tú para qué vamos a hacer la operación biquini si luego no podemos ir a la playa ¡eh! Dime tú de qué nos va a servir el sacrificio —por un momento pensé que se iba a echar a llorar, porque verdaderamente la noté muy preocupada.

En el fondo, creo que mi amiga tiene razón, que se ha convertido en una urgencia hablar con el Presidente y que nos resuelva esta duda.

playa

Atardecer en el Mediterráneo

 


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¿Se admiten perros?


moraQuerido amigo:

Tenía ganas de escribirte -aunque te he escrito hace poquito- pero es que te tengo que contar una cosa muy curiosa. Ya sabes que por la época en la que estamos, casi todos andamos buscando un sitio donde pasar unos días de descanso. Pues resulta que estaba yo esta mañana con una amiga tomándonos un café y me contó esto que te voy a decir.

Mi amiga quiere irse de vacaciones con su familia, y dentro de su familia, se encuentra también su perro, bueno mejor dicho, su perra, porque es chica, bueno, chica no, que es una perra. Pero sigo, que me despisto. Como te decía, mi amiga había encontrado ya un hotel que le gustaba y en el sitio al que querían ir, así que -como siempre- llamó por teléfono al hotel para reservar y para realizar la pregunta temida…

– ¿Se admiten perros? -preguntó mi amiga.
– Podría contestarle sólo con un monosílabo pero no lo haré y le contaré algo mucho más significativo.

Mi amiga se temía lo peor, aquel NO con el que tantas veces se había encontrado, pero el recepcionista del hotel se desahogó con ella.

hotel– Mire, señora -lo de señora se lo decía a mi amiga, no por la perra, claro- hasta la fecha -y ya hace más de 15 años que abrimos el hotel- nunca hemos tenido que acompañar a ningún perro a su habitación y abrirle la puerta porque no atinara a abrirla, ebrio después de una noche de farra; ningún perro le ha abierto la puerta a la camarera del servicio de habitaciones en calzoncillos y con un tanga puesto en la cabeza; a ningún perro le hemos tenido que llamar la atención para que bajara el volumen de la música; ningún perro ha intentado mentirnos sobre el consumo del minibar; a ningún perro le hemos pillado con los albornoces de nuestro hotel formando parte de su equipaje de vuelta…
– Pero… ¿entonces admiten perros, o no? – insistió temerosa mi amiga.
– Sí señora, admitimos perros, pero perros que se hagan responsables de sus amos.

Ya ves lo que le contestó, y mi amiga se quedó cortada pero encantada de que su querida perrita pudiera ir de vacaciones con ellos.

Bueno, amigo mío, te dejo, que yo también me tengo que preparar las vacaciones. No, no, con perro no, si ya sabes que yo no tengo perro, que tienes unas cosas.

Besitos,

julio, 2013 © chelopuente


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Añorando los viejos tiempos.


ventana

Querido amigo:

Hace tiempo que no te escribo un email porque no tenía nada importante que contarte, pero hoy, hoy si que tengo una cosa superimportante.

Verás… Estaba yo el otro día con una amiga mía y me contaba una cosa que le pasó una noche con su marido… ya verás, ya…

Después de cenar estaban ellos dos sentados en el salón. Ella leía una novela, él tenía la mirada perdida en algún punto inexacto del jardín a través de la ventana, con una actitud soñadora.

– ¿Sabes cariño? -dijo el marido. ¡Cómo añoro los viejos tiempos!, cuando tenía 30 años. Aquellos en los que vivía en un apartamento cutre, con unos muebles cutres, comía en restaurantes cutres y tenía un coche cutre de tercera mano, pero cada noche me llevaba a la cama a una rubia delgada, escultural, joven y diferente. Ahora vivo en una magnífica casa con jardín, con unos muebles de diseño, como en los mejores restaurantes y tengo uno de los coches más lujosos del mercado, pero… cada noche me acuesto con la misma mujer de más de 50 años y con un poco de sobrepeso. ¡Ay, no sé si me comprendes!

– Claro que te comprendo, querido -contestó mi amiga, que es muy comprensiva. Claro que comprendo que añores los viejos tiempos. Por éso te digo sal, ve a buscar y llévate a la cama cada noche a una rubia delgada, joven, escultural y diferente, y no te preocupes de nada más, porque yo me encargaré de que vuelvas a tener un apartamento cutre, con unos muebles cutres, vuelvas a comer en restaurantes cutres y a tener un coche cutre.

El marido, amigo mío, ante la comprensión desmedida de su mujer, calló sin saber qué responder y salió a dejar la basura. Mi amiga siguió leyendo su novela, con la satisfacción de saber lo bien que comprendía a su marido.

Otro día te cuento más cositas, sí?

Mil besos,

Chelo Puente – febrero, 2013