Ya conocía su interior pero en aquel momento, no tuve el tiempo suficiente para sentarme a admirar con detenimiento cada uno de sus detalles. La sala es majestuosa, con un techo lleno de mosaicos, y una claraboya de vidrios de colores que hace las veces de lámpara, ilumina todo el techo, dotándola de una luz mágica. La procesión de las walkirias y la representación de las musas completan la decoración.
El programa no podía ser mejor, todo dedicado a Mozart. De aperitivo la Obertura de Las Bodas de Fígaro, y la Sinfonía nº 40 completaban la primera parte. Un descanso de 20 minutos y comenzaría el Réquiem, acontecimiento que me tenía un poco nerviosa porque eran muchos años los que llevaba deseando escuchar el Réquiem de Mozart, precisamente allí, en la gran Sala de Conciertos del Palau de la Música Catalana… era una de mis asignaturas pendientes.
A los pocos minutos de comenzar el Réquiem, su música me fue envolviendo, penetrando no solo por los oídos, sino también por cada poro de la piel hasta invadirme el alma. El pulso se aceleraba, el corazón dejaba su ritmo anodino para latir con mayor intensidad, entonces es cuando supe que estaba a punto de comenzar el Dies Irae, y que ya sería imposible recuperarme hasta el final. Pero aún, el pulso puede acelerarse más cuando llega el Confutatis, ese canto que comienza con voces masculinas para dar paso a las voces femeninas, terminando en una sola voz que precede la parte más dolorosamente bella que jamás se haya escuchado, el Lacrimosa, entonces el alma se eleva, se invade de tristeza, de dolor y crees que esta vez no serás capaz de contener las lágrimas.Durante esos escasos tres minutos el alma se inunda de música, la mirada se nubla y no existe nada más que tú y tu emoción desbordada.
El acontecimiento no pudo ser más fascinante, las notas flotaban en perfecta armonía envolviéndonos durante el tiempo que duró, y así lo demostraron un Palau en pie, que provocó un bis.
En fin, una asignatura pendiente, superada con matrícula de honor, y por fin, un sueño más cumplido… y ahora, después de esta primera vez… quiero volver, quiero más y así ha sido.
diciembre, 2010 © chelopuente
28 de febrero de 2014 en 01:02
Te felicito. Es una gran suerte oír en vivo el Requiem de Mozart, una de las obras más importantes de la humanidad. La he oído en muchas versiones y estados de ánimo, pero siempre en reproducciones, algunas admirables, otras quizás no tan bien sentidas o, puede ser, no tan bien grabadas. Como es su obra póstuma, algunos opyentes se bloquean, no se dejan infiltrar con esta obra, sino que se quedan en la historia, en el encargo, en Saltieri, en los visitantes misteriosos, en el último movimiento. Por eso a veces pienso que solo hay que oír o ver, no entender ni tratar de ubicar a ningún artista en su historia. La historia es cada uno de nosotros cuando vive la obra.
Quizás después de escribir el Requiem, a Mozart no le quedaba más que morir. A partir de ese momento había dado un giro contrario al momento que vivía. Ya no cabía sino seguir esa línea y para seguirla necesitaba sentir la muerte latir en su espalda. Un destino parecido al que le tocó vivir a Mahler. Perdona lo largo
28 de febrero de 2014 en 13:16
Tienes razón, José, hay muchas personas a las que les influye negativamente el hecho de que la mayor parte de la partitura del Réquiem no la escribiera Mozart, pero a mí me sigue emocionando cada vez que la escucho.
Otro sitio donde fue muy emocionante escuchar este Réquiem, fue una noche en Santa María del Mar, bajo aquella bóveda gótica tan maravillosa. En fin… momentos mágicos.
Bienvenido a este rincón donde siempre serás bien recibido.
28 de febrero de 2014 en 07:42
Me pusiste la piel de gallina…
Ese réquiem es una de mis obras preferidas, cada vez que lo escucho me siento como has descrito perfectamente… En directo es una pasada y más en ese enclave. Yo lo disfrute en el Auditorio de Madrid, no era la sala central pero aquello sonó genial.
Un beso!!
28 de febrero de 2014 en 13:19
El Auditorio de Madrid también es un buen sitio para disfrutarlo. Yo recuerdo con mucha emoción el concierto benéfico para Haití que ofreció Anne-Sophie Mutter y fue una auténtica gozada.
Besos de los de si venís a Barcelona os acompaño al Palau de la Música 🙂
28 de febrero de 2014 en 14:11
🙂
28 de febrero de 2014 en 08:09
Yo no estuve, no…pero me lo has contado de tal forma que estoy llena de emoción y envidia «sana» del placer que sentiste. .. además esa sala es una auténtica maravilla, verdad? espero algún día tener el placer!
Feliz fin de semana!!!!! Beso.
28 de febrero de 2014 en 13:20
Sí que es una maravilla. Maravilla que espera que vengas a verla 🙂
Besitos de buen fin de semana.
28 de febrero de 2014 en 11:58
Cada vez que he ido a escuchar melodías he redescubierto una pequeña parte del conjunto, el cual no deja de sorprenderme… Os recomiendo una visita guiada el domingo por la mañana, si claro que volvería a ir… faltaría más…
Vale…!
Nota Mental: Te has preguntado y respondido a ti mismo. Lo sé.
28 de febrero de 2014 en 13:22
Oye, pues cualquier domingo, cuando quieras ir, te acompaño y luego tomamos el aperitivo.
Vale!
Nota Mental: Yo también me sé preguntar y responder a mí misma 😀
3 de marzo de 2014 en 12:40
Después de leerte me he quedado sin palabras. qué bien has expresado lo inexplicable… el sentimiento que nos anula y nos eleva, nos funde en esa esfera que solo la música y el amor consiguen hacer de nosotros el culmen de la felicidad… ese sentimiento efímero, pero el más intenso del que somos capaces de experimentar. !Precioso, querida Chelo!!!
3 de marzo de 2014 en 13:51
Gracias, Bárbara!
No escucho la música, la siento 🙂