Madrid había amanecido con un precioso día de otoño, de sol espléndido sin una sola nube, en un cielo azul que quiso ver sin contaminación.
Tenía que ir a hacer una gestión oficial, y como siempre que tenía que ir a esa zona, iba andando, pero en lugar de bajar por la calle de Alcalá, con la falda almidoná, lo hizo cruzando por El Retiro. Siempre estaba precioso a primera hora de la mañana de un día laborable, fuera verano o invierno, primavera u otoño. Pero aquel día le pareció especialmente hermoso. A esas horas, apenas había gente… parejas de jubilados daban su paseo matutino; señores paseaban a sus perros; alguna mamá empujaba su carrito de bebé, o quizá fuera una niñera; el grupo de señoras asistía a su clase de tai chi; algún corredor se desfogaba haciendo footing; un joven con su traje de ejecutivo caminaba rápido a su lado, quizá en dirección al mismo sitio al que se dirigía ella.
Los rayos del sol se colaban entre las ramas de los árboles y le mostraban la paleta de colores más exquisita; los verdes brillaban, los marrones se mostraban casi rojizos, y de vez en cuando alguna hoja caía volando suavemente hasta llegar al suelo; las aguas del estanque brillaban a pesar de su estancamiento y una pareja de jovencitos remaba en una barca, quizá en una mañana de pellas; los barrenderos recogían las primeras hojas; los jardineros regaban… y ella seguía caminando impregnándome de toda esa belleza, y pensando que esos momentos la llenaban de felicidad, porque estas pequeñas cosas la hacían verdaderamente feliz. Por ello trataba de no perdérselas, porque están en el cielo, en el sol, en el mar, en una sonrisa, en un mensaje, en un café con una amiga, en una charla con un buen amigo, en unas manos que acarician, en un beso…
Cuando llegó al lugar donde tenía que hacer la gestión, el joven que la atendió creyó que le faltaba un documento, y cuando ella le contestó: bueno, creo que no es necesario porque los niños ya son mayores de edad, el funcionario le contestó con un encantador ¡uy, quién lo diría!, y ella estuvo a punto de prometerle amor eterno, pero no lo hizo, claro. Solo le dedicó un gracias acompañado de una tímida sonrisa, y es que -aunque pareciera mentira- a su edad, aún le sonrojaban estas cosas, aunque le hacían feliz.
febrero, 2014 © chelopuente
14 de febrero de 2014 en 08:00
Precioso relato…buen fin-de tengamos, si no nos lleva el vientoooooo!!!!!!!!! muxu
14 de febrero de 2014 en 08:32
Agarrate fuerte, Marisa, y vuela sólo cuando tú quieras.
Muxus.
14 de febrero de 2014 en 09:15
Precioso relato y preciosa forma de regalar una sonrisa… Ains quien fuera o fuese funcionario…!
Besos de lo más… sí sí de esos de los de… ¡uy, quién lo diría!
14 de febrero de 2014 en 12:14
La mayoría de las veces basta un pequeño gesto para provocar una sonrisa.
Besos a tu mirada azul.
14 de febrero de 2014 en 09:25
Me encanta el Retiro, por suerte no vivo lejos de él, y de vez en cuando me dejo caer por allí para disfrutarlo.
Besos, de los que sonrojan.
14 de febrero de 2014 en 12:16
Vaya, Alberto! Pues yo vivía justo enfrente de El Retiro. A ver si va resultar que éramos vecinos y no lo sabíamos.
Besos, de los de me pongo colarada 🙂
14 de febrero de 2014 en 12:40
No, yo tan cerca no… más abajo, casi en la misma Ciudad de Barcelona… allá donde se junta con el puente mítico. 🙂
Soy de barrio mítico, aunque ahora viva al otro lado 🙂
14 de febrero de 2014 en 13:13
Bueno, entonces lo dejaremos en que éramos casi vecinos 🙂
Buen fin de semana, querido amigo.
14 de febrero de 2014 en 13:28
Claro, vecinos de distrito al menos, ja, ja distrito Retiro, que da glomour 🙂
Feliz fin de semana,
14 de febrero de 2014 en 13:29
glamour. 🙂
14 de febrero de 2014 en 13:56
🙂
14 de febrero de 2014 en 09:30
Precioso Chelo, gracias por compartirlo! 🙂 un abrazo
14 de febrero de 2014 en 12:17
Gracias a ti por visitarnos.
Un abrazo y bienvenida a este rincón donde siempre serás bien recibida.
14 de febrero de 2014 en 09:33
Hola Chelo,
Me decía Alberto que habías escrito un relato sobre » lo que te hace feliz» y he venido a buscarte.Me ha encantado tu » Mañana de Otoño».
Te deseo muchísimas.
Saludos!
14 de febrero de 2014 en 12:20
Gracias, bypils. Yo también te deseo mañanas felices, y tardes, y noches…
Bienvenid@ a este rincón donde siempre serás bien recibid@, y si vienes de la mano de Alberto, mucho más.
14 de febrero de 2014 en 14:16
¡Qué bien, Chelete!
Pasear de esa manera es un regalo. Habrá que abrir bien los ojos para percibir esas pequeñas cosas que son, al final, lo que nos hace felices.
Besines de esos que colorean las mejillas y despiertan las sonrisas…
14 de febrero de 2014 en 14:54
Siempre con los ojos bien abiertos para no perderse nada.
Besitos a montones.
14 de febrero de 2014 en 14:18
Se disfruta del paseo, aunque nunca hubiera conocido el Retiro. Magnífico.
14 de febrero de 2014 en 14:57
Gracias, Javier. Una preciosa mañana de otoño para no perderse nada.
Un beso.
17 de febrero de 2014 en 00:31
Me has llevado de la mano, por ese parque y junto a ti iba observando lo que describías.
Un abrazo
Cristina
17 de febrero de 2014 en 09:23
Me alegra saber que este relato te ha servido para pasearte por El Retiro.
Buen día.
17 de febrero de 2014 en 16:43
¡Qué bien se pasea contigo una mañana de otoño! ¡Qué bien lo cuentas1 El óleo es también muy bonito, gracias Chelo,
Besos.
17 de febrero de 2014 en 18:59
Me encanta que vengas a pasear conmigo 🙂
Un beso.
17 de febrero de 2014 en 19:11
siempre que quieras, será un placer!
17 de febrero de 2014 en 21:08
🙂
17 de febrero de 2014 en 21:24
¿Quedamos en el Retiro?
Un besazo, guapa!
17 de febrero de 2014 en 21:55
Pues estaría bien 🙂