La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.

Fan de la belleza

18 comentarios

giocondaVolver a París y no visitar el Museo del Louvre sería un pecado casi mortal. Del mismo modo, entrar en el Louvre e ir a hacerle una visita a la Gioconda, es casi una obligación. Y no seré yo quien le reste méritos al archifamoso cuadro de Leonardo da Vinci, ni le reste calidad pictórica, ni nada por el estilo, pero sí que es cierto que me sigue sorprendiendo que, para poder saludar a la Gioconda, tengas que traspasar hasta cuatro filas de personas que se afanan por hacerse fotos con ella sin apenas dedicarle una mirada.

Pero de todo ésto, lo que más me sorprende es que, como decía anteriormente, un gran número de personas se agolpen alrededor de la Gioconda y apenas una o dos personas se detengan en el magnífico cuadro que tiene en frente, a pesar de su descomunal tamaño. Me refiero a Las bodas de Caná, de Paolo Veronese, llamado el Veronés.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAEsta sensacional obra le fue encargada al Veronés para el refectorio del convento benedictino de San Giorgio, donde se colgó en 1563 y en cuya inmensa pared permaneció durante más de 200 años, hasta que Napoleón la sustrajo en 1797 durante la Campaña de Italia y se la llevó al Louvre donde sigue en la actualidad.

Fue una obra muy polémica en su momento, dado que se representa un pasaje del Evangelio -el primer milagro de Cristo- como si se tratara de una de las fastuosas fiestas venecianas de la época. Sobre un fondo de arquitectura renacentista a modo de telón teatral, las maravillosas figuras alrededor de la mesa destacan con sus lujosos ropajes, de aquellos colores que sólo el Renacimiento ha sabido plasmar en un lienzo… los verdes tornasolados, los rojos carmesí, los azules ultramar, reflejan obviamente una opulencia contraria a lo que debería haber representado un pasaje del Evangelio; al igual que destacan sus arriesgados escorzos.

En fin, que con esta reflexión quería pensar en que -a veces- nos dejamos deslumbrar por lo famoso y eso nos resta la oportunidad de disfrutar de la belleza menos famosa.

septiembre, 2013 © chelopuente

Autor: Chelo Puente

Aprender que con certeza, nada tengo que no me des, a conseguir que el corazón se conmueva siempre por el frágil gesto de la belleza. Aprender que sólo soy si tú existes, y es esta la medida que quiero y me define. Aprender para saberse desprender, he aquí el viejo secreto. Aprender... (Fragmento de "Aprendre", poema de Lluis Llach)

18 pensamientos en “Fan de la belleza

  1. Ains de los Ains de toda la vida…! Yo estuve este verano, y me he prometido a mi mismo [bueno, y a la persona que me acompañaba…] que volveré si o si muy pronto. Fue tanta la información que procesé en esos días… fueron tantas las imágenes captadas por mi retina y por mi cámara que aún hoy puedo pasearme entre ellas con los ojos cerrados…

    Lugar mágico donde los haya…! Y el Louvre de día o de noche… imposible de olvidar…!

    Un besete de los de ohhh me has traído muchos recuerdos…

  2. En el 2001 le dediqué un día a cada una de las cuatro partes del Louvre. Se me quemó el disco duro con tanta belleza. Noté lo mismo que tú: docenas de «visitantes» haciéndose fotos con la Mona Lisa, obviando su contemplación y «Las bodas de Caná» del Veronés detrás.
    Cuando vimos la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia y la Mona Lisa, mi acompañante apuntó que ya lo habíamos visto todo, que era mejor irse. Es el museo por excelencia, aunque apabullante.
    En la otra orilla del Sena, los impresionistas del Museo D’Orsay ofrecen una visita más reposada. Un placer visitar ambos museos entonces y leerte siempre.

  3. Me ha gustado mucho tu reflexión. La hago mía. Un abrazo!!!

  4. Como siempre, que gran razón llevas.

    Besos.

  5. Se podría extrapolar a cualquier rama artística. Lo mismo ocurre con los escritores, algunos consagrados no escriben con tan belleza como otros totalmente desconocidos.
    Besos.

  6. Pues sí, ir al Louvre a contemplar la Gioconda es un momento mágico pero me gustaría entrar un día en mitad de la noche, cuando se la pudiera contemplar en el más absoluto silencio. Un abrazo!

  7. Bueno puede ser poque la inmensa mayoría van con el ojo afanoso del «yo estuve allí» y por eso que mejor sacarse una foto con la señora más famosa del Louvre. Y luego estáis vosotros, los que sabéis que exactamente a unos pasitos de distancia se hayan tesoros a los que dedicarle esa otra mirada de «cómo me hubiera gustado vivir todo eso» Y como tesoros que son, muchas veces casi mejor que permanezcan ocultos. Aunque estén a la vista de todos.
    Baiser

  8. He ido muchas veces a París y siempre vuelvo al Louvre. Nunca me canso de contemplar tanta belleza. Pero lo que más me gusta es hacerlo poco a poco, sin prisas. Y curiosamente nunca se me ha ocurrido hacerme una foto con la Monna porque creo que la belleza tiene allí su marco perfecto.
    Besetes grandes y pequeños, Chelo…

  9. Acertada tu reflexión, como siempre. Yo, además, añado aquí mi envidia. Tengo pendiente un viaje a París, sólo por el puro placer de patear museos. Intuyo que el Museo d’Orsay me gustará más que el Louvre. Y me encantaría poder hacerlo con alguien versado que te lleve de la mano y te explique. No será así. Quizá ni siquiera pueda ir. Envidio a los que fueron, a los que han ido. Pero es envidia sanota, de la me alegro muchísimo por ellos. Yo me conformo con buscar la belleza aquí…y cuánta hay!!! Besitos, Amiga!

  10. ¡Tienes más razón que un santo ( si es que estos tienen razón), en fin, que estoy totalmente de acuerdo! Muy buen post. ¡Lo habrás pasado más que bien en París!
    Un abrazo grande.

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