Ahora que estamos en noviembre, ha venido a mi memoria que fue en este mes, pero de 1922, cuando Howard Carter descubría la tumba de Tutankamon, tras años de intensas excavaciones en el Valle de los Reyes, buscando una tumba inviolada.
En la mañana del 4 de noviembre, los obreros se detuvieron frente a un escalón excavado en la caliza. Los largos años de espera parecieron haber dado -por fin- su fruto, y al final de una escalinata que había permanecido oculta tras los escombros, Carter se encontró frente a la puerta sellada de la Tumba de Tutankamon.
Supongo que le costó un esfuerzo tremendo no empezar a romper los sellos, pero no lo hizo… volvió a tapar lo que con tanto esfuerzo había descubierto, protegió la entrada con soldados armados y esperó la llegada de Lord Carnavon, que era quien había financiado aquel proyecto con su patrimonio privado.
Lord Carnavon y su hija asistieron a la apertura de aquella puerta, que franquearon para encontrar un corredor que terminaba en otra puerta sellada. Realizaron un orificio para poder introducir una vela, como medida de comprobación de que no había gases nocivos en la tumba. Carter entró en ella provisto de su vela, y cuando Lord Carnavan le preguntó impaciente desde el corredor qué era lo que veía, Carter sin apenas poder pronunciar palabras, respondió emocionado… cosas maravillosas.
Y muchos años después y tras 5.000 años de historia, cuando me preguntaron ¿qué viste en la tumba de Tutankamon?, a mi memoria vinieron las palabras de Carter… cosas maravillosas.
Chelo Puente – noviembre, 2012