Si inicias puente, si no tienes puente, si te vas, si te quedas, quizá te apetezca dedicarte unos minutos para leer este poema de Javier Aguilella… yo te lo dejo, leerlo o no sólo depende de ti…
LA MUCHACHA
Nunca me di cuenta anteriormente. Pero la muchacha en realidad es muy hermosa.
Jamás me di cuenta del blanco de sus ordenados dientes tras su risa, tal vez porque nunca sonreía.
A la muchacha no es que le gustara deambular por la ciudad. Es que no tenía más remedio.
Hace tiempo, la muchacha se asustaba si su sombra se movía. Si un lejano claxon sonaba anunciando bienvenidas, o si una paloma alzaba el vuelo.
Ahora la muchacha en estos casos sigue caminando hacia el futuro. Y si un claxon es el que la llama ella, coqueta, alza el vuelo como la paloma que antes la asustaba.
Hoy se ha dado cuenta que sus ojos son azules porque padre y madre tenían los ojos claros.
Ya no son como hace un tiempo, oscuros de rencor y de locura. Impregnados de dolor y de mil culpas que nunca fueron.
Nunca me di cuenta anteriormente. Pero la muchacha en realidad es muy hermosa.
Y me encanta verla mirar escaparates y cuando llueve, esquivar los charcos que adornan la avenida. Me gusta verla oler las flores frescas que se unen a su auténtica y única frescura.
Y cuando cuenta los aleteos de una mariposa y si el número de estos se aproxima, más o menos, al que ella había pensado, se regala un buen café en una terraza donde la brisa, en estas fechas, dibuja su tez lisa y le recuerda que existe.
La muchacha y yo coincidimos muchas veces. Yo escribiendo versos. Ella, en la mesa de al lado fotografiando la libertad a parpadeos.
Yo un día le conté que soñaba ser poeta y ella me recitó el trágico poema de su vida.
¿Puedo escribirte algo? -le pregunté mientras la adolescencia viajaba de regreso a su memoria. Pues claro- respondió ella sonriente, intentando adivinar el número de versos que tendría su poema para ganarse un café.
Sólo puso una condición que en su poema apareciera la palabra “ahora”. Porque después de uno nombrarla siempre comienza un futuro.
El futuro de la muchacha comenzó después del portazo que la separó para siempre de él.
Respecto a su poema. Acepté el trato.
Cuando me marchaba le pregunté su nombre, después de intercambiar nuestros números telefónicos. Ella, la muchacha, dijo que su nombre un día se lo robaron y estaba intentando todavía recordarlo. Quedé con ella para el día siguiente. Mientras me alejaba sonó mi teléfono. Era ella, la muchacha. Al principio me asusté recordando su duro pasado. Temiendo que le sucediera algo al no tenerme a su lado intercambiando suspiros.
Me volví y la vi a lo lejos. Sonriendo. Moviendo su brazo en una especie de aspavientos disfrazados de saludo. Le devolví el saludo y por supuesto, la sonrisa y descolgué.