Presentación: Una noche, una conversación tecleada con mi amigo Laurie hace unos meses, me ha inspirado este relato. Por ello, te lo dedico a ti, Laurie, por haber sido mi muso inspirador, con mi agradecimiento.
.
Aprender a vivir…
Protegido tras sus gafas de sol, se sentó en una de las mesas del chiringuito de la playa dispuesto a tomarse su gintonic favorito, mientras asistía al precioso espectáculo del atardecer sobre el mar.
En la mesa de al lado, una pareja de su misma edad o quizá algo más joven -quizá no habían cumplido aún los cincuenta- conversaba. De pronto, una frase reclamó su atención -no le temo a la muerte, le temo a morir de dolor- había dicho él.
Aquella frase fue como una llamada de atención y decidió prestar oído a esa interesante conversación…
– Es algo que me cuesta mucho esfuerzo expresar -decía él- no le temo a la muerte, le temo a morir de dolor; no le temo a amar, le temo al dolor de dejar de amar; no le temo a la vida, le temo a vivir con dolor y tener que seguir viviendo, a éso le temo, sólo a éso…
– Pues vaya, si que estás temeroso -dijo ella.
– No me entiendes… Lo que intento decirte es que hacer las cosas con fecha de caducidad es demasiado duro para no sufrir…
– Por éso las cosas deben hacerse cuando surgen, sin esperar. A veces esperas tanto que las oportunidades se pierden, aunque realmente no se pierden, simplemente pasan sin ti, las aprovecha otro -le contestó ella.
Vaya, vaya, que conversación tan interesante -pensó desde su mesa- como me gustaría intervenir, como me gustaría contarles que yo he vivido demasiado tiempo aislado, demasiado tiempo estancado, y ello me ha producido un retraso emocional, y que he decidido cambiar de filosofía de vida, y que estoy en proceso de aprendizaje, pero que me dolería aprender algo que fuera efímero…
– Tienes razón -contestó él- pero cada día que pasa pienso que no me han enseñado nada, que no he aprendido nada. ¿Sabes lo que significa no haber aprendido a vivir en casi 50 años? es mucho más que media vida…
– El pasado es pasado y no puede modificarse, sólo puedes vivir el presente, porque el futuro no existe -argumentó ella.
Que no, que no le estás entendiendo mujer, que lo que intenta decirte es que está a punto de cumplir 50 años y ve que -casi- han pasado las tres cuartas partes de su vida y resulta que no sabe nada de la vida, y ese descubrimiento le asusta, y lo que más le asusta es poder ser una de esas personas que no aprendan a vivir nunca…
– ¡Ostras, no me digas éso!. No me digas éso ahora que la he conocido, ahora que empiezo a vivir, a gozar, a disfrutar, a soñar, incluso a respirar… Ahora que creo encontrarle justificación al tiempo pasado, al tiempo perdido… Ahora que trato de aprender a volver a empezar, me dices que el futuro no existe…
No puedo más -pensó dando un largo trago a su gintonic- estas mujeres siempre ahondando en la herida, siempre tan realistas, siempre tan pragmáticas… No comprendes que él -ahora que ha vuelto a enamorarse- necesita creer en el futuro, que no puede resistir la idea de pensar que el futuro no existe. Mujer, podías hacerle un poquito feliz apoyándole, diciéndole que es genial volver a empezar, volver a tener ilusión, volver a amar intensamente, podías hacer un esfuerzo, mujer, a mí también me vendría bien tu apoyo…
– Es que, realmente no existe -insistió ella.
– Pues no me queda nada por aprender ¡por dios! no tendré tiempo, no lo tendré…
Y los dos enmudecieron, y los tres posaron su mirada soñadora en la lejanía, en aquel preciso y precioso momento en que el sol comenzaba a bañarse en el mar.
2011©Chelo Puente
20 de septiembre de 2011 en 09:31
Me encanta poder leer como de una conversación y una idea, eres capaz de transformar y dar forma a un relato así, y que exprese exactamente el concepto, el fondo y la forma.
Realmente encantado de leerlo, encantado de disfrutarlo.
Gracias.
20 de septiembre de 2011 en 17:31
Gracias a ti, Laurie, por ser mi muso inspirador 🙂
22 de septiembre de 2011 en 00:26
Una filosofía de la vida en un pequeño relato. La realidad en una bofetada. El miedo y la esperanza. La existencia y la no existencia. Ayer, en algun sitio, leí que somos el tiempo que nos queda. Nada más. Hay que aprovecharlo. Precioso, Chelo. Gracias. (Y a Laurie por inspirarte.)
22 de septiembre de 2011 en 01:55
Es cierto que hay veces en que la realidad se nos muestra como una bofetada que nos llena de miedos y nos arranca la esperanza, pero también es cierto que -aun viviendo en ella- no debemos olvidar que tenemos los sueños, que a veces, se cumplen.
Gracias a ti, Libe, por dedicar tiempo del que no dispones, a leer esta historia.