– 23 abril 1775 – 19 diciembre 1851 – Exposición en el Museo del Prado, de Madrid
Joseph Mallord William Turner nació el 23 de abril de 1775 en Londres, y es considerado, junto a Constable, uno de los pintores británicos más importante.
La muerte de su madre cuando apenas tenía unos 9 años, posiblemente provocó que su padre le enviara a vivir con un tío materno, y fue entonces cuando Turner comenzó a mostrar un cierto interés por la pintura. En 1788 regresa a Londres y empieza a trabajar para un arquitecto, comenzando su formación y su preocupación por el modelo real y la observación, que serán las líneas maestras de esta fase de aprendizaje.
En 1791 obtiene un premio de dibujo en la Royal Academy de Londres, por un paisaje, lo que le llevó a decantarse definitivamente por esta temática. Fue entonces cuando conoció a Thomas Girtin. Girtin dibujaba los contornos y Turner los coloreaba con acuarelas, iniciándose así una importante relación entre ambos jóvenes.
A los 20 años Turner empieza a trabajar al óleo mientras recibía las primeras críticas por sus acuarelas. En estos momentos también llegan los primeros encargos.
Sus fuentes de inspiración estarán en Rembrant, Poussin, Claudio de Lorena y Dughet de los que obtendrá la sobriedad clásica que caracterizará su obra más temprana.
Posteriormente viajará a París, allí conocerá y se influenciará de la obra de Tiziano, Rubens y Rafael, y el color como medio de expresión, será su objetivo más inmediato.
A lo largo de toda su trayectoria artística se aprecia cómo observa el modelo ya existente (otra obra), la «copia», la interpreta, la dota de su estilo personal, y en muchos casos (en mi opinión)… la supera. Bueno, no sé si soy objetiva con Turner… siempre me fascinaron sus cielos de luz entre tinieblas, sus brumas, sus nubes, sus tormentas, en definitiva… sus cielos tan británicos.
Con el título «Turner y los Maestros», se puede ver en el Museo del Prado, hasta el 19 de septiembre esta magnífica exposición del pintor de la luz. Casi todas las obras proceden de la Tate Gallery, de Londres, algunas de la Royal Academy, también de Londres, unas cuantas de Museos de Washington, las poquitas que hay en el Prado y alguna procedente del Thyssen.
Montada a modo de comparativa, se muestra cada obra de Turner, junto a la obra que fue objeto de «modelo» o inspiración, y de esta forma pueden apreciarse las similitudes y diferencias entre ambas, y sobre todo, las excepcionales aportaciones de Turner. De tal manera que nos encontramos con «Venecia vista desde el Puente de los Suspiros» de Canaletto, junto a «Venecia desde el Pórtico de la Madonna della Salute» de Turner, y entonces, la vista se va de un cuadro a otro, y no sabes cual elegir, pero yo tengo mi propia elección, y no es que quiera desmerecer la obra de Canaletto… ni muchísimo menos!, pero es que la obra de Turner, me envuelve, me seduce, y pienso… si me hubieran traído con los ojos vendados, me hubieran puesto delante de esta obra, si no conociera que es de Turner, y me hubieran pedido que situara esta obra, hubiera dicho, sin ninguna duda… es una obra Impresionista, y es que Turner, en su última etapa, fue un adelantado a su tiempo, un precursor del Impresionismo.
Otra de las comparativas excepcionales que presenta la exposición es «El Ciudad de Utrech, 64 haciéndose a la mar» de Turner, procedente de Tokio, del Fuji Art Museum, junto a «La inauguración del Puente de Waterloo», de Constable, procedente de Londres, de la Tate Gallery, una oportunidad única que permite ver por primera vez, las dos obras juntas desde que en 1832 lo estuvieran en la Royal Academy, dos obras de dos grandes artista, que fueron eternos rivales. Quizá tenga que pasar más de otro siglo para que podamos volver a verlas juntas, así que mi emoción fue comparable a la que sentí en mi última visita a Londres, cuando tuve ocasión de ver juntas, por primera vez, «La maja desnuda» de Goya, al lado de «La Venus del espejo» de Velázquez, en la Tate Gallery, y es que este museo, siempre me sorprende, tiene para mí una especie de imán que hace que siempre que he estado en Londres, lo visite, y me digo… la próxima vez que vaya a Londres no iré… pero vuelvo; del mismo modo que vuelvo al Museo Rodin cada vez que voy a París; o que me adentraré en la magia modernista de la Casa Batlló siempre que vaya a Barcelona, y es que… no sé si a alguien más le pasa, pero hay lugares mágicos, que ejercen en mí una fuerte atracción…

6 de julio de 2011 en 23:24
Hola Chelo. Yo vi la exposición de Turner y los Maestros hace justo un año en el Prado. Me gustó mucho. Leí sobre él, sobre su vida, sobre sus pinturas. Me gustó mucho también la forma en la que la persona que nos dio la conferencia se expresaba, nos atraía hacia las pinturas, disfrutaba cada palabra que describía cada obra. Enganchaba a seguir sabiendo más. Me gustó mucho comparar las versiones de un mismo cuadro juntas. Recuerdo las rencillas con otros pintores de su época. Recuerdo también una anécdota sobre uno de sus cuadros: resultó que se presentó a un concurso de pintura y vio que el cuadro de uno de sus rivales (no recuerdo quién) era mucho más grande, más llamativo que el suyo y vio que le quitaba posibilidades de ganar, así que se le ocurrió poner una mancha de color fuerte en el cuadro para atraer así las miradas y hacer que la gente se fijará en el suyo para poder adivinar lo que significaba esa mancha, que no significaba nada, sólo era para llamar la atención y lo consiguió. Me gusta Turner, el pintor del agua, de la niebla ….. Muchas gracias por traer a mi memoria estas pinturas y según veía el vídeo iba recordando los cuadros y me ha hecho mucha ilusión, muy bien acompañados por esa música deliciosa. Estas pinturas, este vídeo me han transmitido serenidad.
7 de julio de 2011 en 11:35
Fue una exposición interesantísima que recuerdo llegamos a comentar en la librería. Ver los cuadros de Turner junto a su «modelo» la hizo realmente exclusiva, nunca se había hecho de él una exposición así.
No conocía esa anécdota a la que te refieres, pero casi seguro que ese rival con el que Turner se sentía competir, casi seguro que sería Constable… fue su eterno rival.
Me alegro muchísimo que te haya gustado el vídeo con la música, es una auténtica delicia a la que recurrir cada vez que nos apetezca.
Muchas gracias por tu detallado y acertado comentario.
Besos, Inma.
7 de julio de 2011 en 22:25
No la vi, no la pude ver pero veo el vídeo y leo tu explicación y se me hace la boca agua. Otra asignatura pendiente, demasiadas cosas en tan poco tiempo. Emociones desbordantes. Ojalá
pueda algún día sentir la pintura como vosotras. un beso.
8 de julio de 2011 en 11:20
¿Sabes, Laurie?, hay personas que conozco que nos les gusta Turner, que le consideran un simple copista, pero a mí no me lo parece, porque si bien toma siempre como modelo otro cuadro anterior, realmente él lo reinventa y le dota de una seña de identidad. Sus explosiones de color y su forma de utilizar la pintura a brochazos creando manchas de luz y sombras, es una forma precursora de lo que harían poco después los Impresionistas.
Los cuadros, como cualquier manifestación artística, aparte de su técnica mejor o peor desarrollada, tratan de transmitir emociones, el estado de ánimo del pintor en ese momento, su visión de un tema concreto, su alegría, su dolor… Si al contemplarlo es capaz de provocarte cualquier emoción positiva o negativa apreciarás esa obra, si al contemplarla sólo «te gusta» tampoco pasa nada, simplemente no ha logrado transmitirte su emoción, porque sólo unas pocas logran dejarte realemente fascinado.
Un beso también para ti.