Quizá fue el calor lo que la despertó de su sueño, la hizo levantarse y asomarse a la ventana para mirar al cielo, para descubrir una brillante luna llena que iluminaba aquella noche de primavera. Extasiada en su contemplación, de repente notó un escalofrío que le bajó por la espalda, desde la nuca por toda la columna vertebral y le erizaba la piel. Esa extraña sensación, que no había notado nunca antes, la hizo girarse y descubrir que él, sentado en la cama, la recorría con la mirada. ¿Qué me miras, amor? -le dijo con una sonrisa. Miro tu cuerpo desnudo bañado de luna -y ella acudió a la llamada de aquellos brazos que la esperaban.
Quizá fue el calor lo que la despertó de su sueño, la hizo levantarse y asomarse a la ventana para mirar al cielo, para descubrir un cielo lleno de nubes. Extasiada en su contemplación notó cómo un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y le erizó la piel, una sensación que no había sentido nunca, fruto de aquel instante de cielo iluminado por un relámpago, que presagiaba una gran tormenta. Entonces comenzó a llover intensamente, cerró la ventana y volvió a la cama a intentar recuperar el sueño, a intentar recuperar aquel sueño soñado.
Inspirado en el poema de Josep Aguilella ( Laurie), «La chica de la ventana»…
Envidiosa ventana que quisiste ver el otro lado del espejo, que pudiste contemplar el precioso cuerpo que en tu cristal se reflejaba. Tenue madrugada de incesante lluvia mojando tus cristales, humo prohibido escapando con tu permiso.
Envidiosa ventana, corrí las cortinas y nunca pudiste ver aquel cuerpo desnudo dándose la vuelta para venir conmigo al amanecer.
Tú dejaste entrar el frescor en nuestras vidas, dejaste ver cada una de tus heridas, te resistías pero lo lograste.
Pobre ventana, tendrás que esperar, quizá algún día volvamos, y entonces te prometo no hacerte llorar.
Dulces recuerdos de sábanas blancas, besos tiernos de madrugada, tú fuiste la espectadora de aquella velada.
Al parecer, y según estudios recientes, han determinado la conveniencia de seguir estos diez principios fundamentales para mantenerse perfectamente sano en cuerpo y mente.
Conviene comprobar si sigues los pasos adecuadamente.
1 – Hacerlo parado fortalece la columna…
2 – Boca abajo estimula la circulación de la sangre…
3 – Boca arriba es más placentero…
4 – Hacerlo sólo es rico, pero egoísta…
5 – En grupo puede ser divertido…
6 – En el baño es muy digestivo…
7 – En el coche puede ser peligroso…
8 – De rodillas, resulta un poco incómodo…
9 – Entre dos, enriquece mucho más… y…
10 – Hacerlo con frecuencia desarrolla la imaginación…
En fín, sobre la mesa o sobre el escritorio, antes de comer o de sobremesa, sobre la cama o en la hamaca, desnudos o vestidos, sobre el césped o en la alfombra, con música o en silencio, entre sábanas o en el suelo… hacerlo, siempre es un acto de amor y de enriquecimiento. No importa la edad, ni la raza, ni el credo, ni el sexo, ni la posición económica, ni la hora, ni el día… porque el misterio es que… ¡¡¡ Leer es un placer sensual!!!
¿Qué habías pensado?, jajajaja… no ves que éste es el blog de gente que lee.
«La bailarina» Ogai Mori – Tsuwano, 1862 – Tokio, 1922 Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés Editorial Impedimenta – julio, 2011 9,95 euros
Con el fin de completar sus estudios, el joven Toyotaro Ota, se traslada a Europa, donde continúa sus estudios en Berlín. Seducido por la magia de la ciudad estudia incansablemente, cuando el azar hace que se cruce en su camino la pobre y bella Elise, una jovencísima bailarina del teatro Viktoria, que poco a poco le va seduciendo hasta quedar atrapado en su amor desmesurado.
El profundo sentido del honor inculcado en Toyotaro, fruto de su educación japonesa hacen que tenga que elegir entre su carrera y sus sentimientos hacia la joven.
A modo de tragedia japonesa, al estilo de Madame Butterfly (como figura en la reseña del libro) Ogai Mori, nos plantea la difícil decisión de su protagonista entre el deber y el amor.
Esta preciosa fábula, casi parece una breve autobiografía del autor, y quién sabe si él también tuvo una Elise mientras estudió en Berlín. Nosotros tenemos el placer de poderla leer en castellano gracias a la recuperación de la editorial Impedimenta, siempre dispuesta a deleitarnos.
Son sólo ochenta páginas que podeis leer de un tirón porque su belleza os impedirá dejarla ¡¡Feliz lectura!!
Hipatia «la más grande», nació en Alejandría y vivió a caballo entre los siglos IV y V. Hija y discípula del astrónomo Teón, es considerada la primera mujer matemática de la Historia de la Humanidad, de la que se tiene un conocimiento detallado. Se dice de ella que fue “el mejor matemático vivo” del mundo greco-romano, y es que Hipatia es la primera mujer de ciencia cuya vida está bien documentada, no tanto por sus propios escritos, sino por las múltiples referencias a ellos que se han encontrado.
Sócrates Escolástico dijo de ella, que consiguió ser tan culta que superó a todos los filósofos contemporáneos. Fue la gran científica pagana del mundo antiguo y su muerte coincidió con los últimos años del Imperio Romano, simbolizando el fin de la ciencia antigua. Con Hipatia desaparece el pensamiento matemático griego, dando paso al oscurantismo y retroceso que supuso la Edad Media. Hizo falta que pasaran más de MIL AÑOS para que el pensamiento científico volviera a ocupar su espacio en la mente del ser humano. Durante la Ilustración, Taland y Voltaire utilizaron su nombre como expresión de la irracionalidad del fanatismo religioso; en el Romanticismo la ensalzaron como la encarnación del espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita, y así sucesivamente, lo que ha provocado que mucho de lo que se ha escrito sobre ella no se centre en lo verdaderamente importante… sus logros intelectuales y científicos.
En nuestros días, ha sido mencionada por escritores como Carl Sagan o Humberto Ecco, la han ensalzado los movimientos feministas como paradigma de mujer liberada, se han escrito novelas sobre su persona, biografías noveladas, etc. pero si verdaderamente quereis leer sobre Hipatia, os recomiendo la biografía que en 1996 escribió Marie Dzielska, catedrática de Historia Antigua en la Universidad de Cracovia (la tengo en la librería).
He aquí pues, mi homenaje a una mujer que, en el siglo V, empezó a abrir el camino…
«El silencio del agua»
José Saramago – Azinhaga, 1922 – Tías, 2010
Ilustraciones de Manuel Estrada
Editorial Libros de zorro rojo – enero, 2011
12,90 euros
«Había salido con mis pertrechos a pescar en la desembocadura del Almonda, lo que llamábamos la -boca del rio-, donde por una estrecha lengua de arena se pasaba en esa época al Tajo…»Así comienza este precioso libro infantil que narra la aventura de un niño que está a punto de atrapar al gran pez, el pez muerde el anzuelo pero no se deja capturar. El niño vuelve, con la esperanza de poderlo pescar se queda esperando… «no creo que exista en el mundo un silencio más profundo que el silencio del agua. Lo sentí en aquella hora y nunca lo he olvidado.»
A partir de un recuerdo de infancia, José Saramago elabora este bellísimo cuento que Manuel Estrada plasma maravillosamente en sus ilustraciones.
Hacía cuatro semanas que tenía la entrada, y por fin, había llegado el día de ver aquellos cuadros que tantas veces había estudiado y que nunca había visto en la realidad, y estaba hasta nerviosa.
La exposición Pasión por Renoir que se muestra en el Museo del Prado desde el 19 de octubre, ha reunido las obras que La colección del Sterling and Francine Clark Art Institute, tiene de Renoir.
Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) conocidísimo por todos, pintor francés que se inició en el Impresionismo, del que se separó muy pronto, ya que en toda su obra da una mayor importancia a la pintura de figuras, frente al paisaje, que fue la tónica general de los impresionistas.
Ver esta exposición no es ver una exposición cualquiera, y explico por qué digo ésto. En esta muestra se exponen los cuadros de Renoir de la Fundación Clark, como decía anteriormente. Aparte de la magia de contemplar dichas obras, lo realmente sorprendente y que la hace única, es que estos cuadros no habían salido nunca de Massachussets, por lo que nadie ha podido contemplarlos, fuera de allí. Durante años pensé que moriría sin verlos, ya que sería difícil que hiciera un viaje hasta Massachussts para verlos, de ahí mi emoción, de ahí mis nervios.
Estas 73 obras reflejan fielmente el estilo pictórico de Renoir. Hay obras de su primera etapa, aún con aires clasicistas y académicos; obras creadas tras su viaje a Italia que le proporcionó el conocimiento in situ de los renacentistas, y la influencia de Rafael; y obras creadas tras su viaje a España y empaparse bien de la pintura española, y de su admiración por Velázquez.
Sterling Clark inició la colección de Renoir en 1916 con la adquisición de Muchacha haciendo ganchillo, y ésto ya demuestra el gusto exquisito del que luego fue el mayor coleccionista de Renoir, claro que ésto lo digo yo porque es uno de mis cuadros favoritos de Renoir. También lo es Palco en el teatro, que ilustra la portada del catálogo de la exposición. Pero de todos lo cuadros, el que es mi superfavorito es Muchacha dormida, sí, es sin duda éste en el que Renoir captó ese instante de duermevela (posiblemente de una siesta), la relajación de los músculos, las piernas parecen también dormidas, los brazos abandonados, un tirante se desliza del hombro, un rostro con rasgos de ensoñación, y toda la figura rodeada de una fascinante sensualidad, una auténtica maravilla.
También hay algún cuadro que no me gustó, como uno del momento posterior a su viaje a Italia, y lo comentaba yo con mi acompañante, que se quedó contemplando otra obra, cuando una chica se me acerca y susurrante me dice «a mí tampoco me gusta» con un aire de complicidad, y esa fue la clave para debatir durante unos minutos acerca de la fascinación que nos causaba la obra de Renoir. Cuando recupero a mi acompañante, al que había dejado solo, me dice que si conocía a esa chica; ni idea le digo… hay que ver lo que provoca la Pasión por Renoir, me dice sonriendo.
La exposición debería haber cerrado hoy 6 de febrero, pero se ha prorrogado una semana más. De Madrid viajará a Milán, a Giverny y Londres, y… ¡¡TACHÁN TACHÁN!! para finales de este año 2011 llegará a Barcelona, así que… amigos de Barcelona y alrededores, estad al tanto, y no os la perdais, os garantizo unos momentos de auténtico placer. Para entonces habrá pasado casi un año, así que es posible que me escape a Barcelona a verla de nuevo… humm… lo pensaré, ya me lo estoy imaginando…
– 23 abril 1775 – 19 diciembre 1851 – Exposición en el Museo del Prado, de Madrid
Joseph Mallord William Turner nació el 23 de abril de 1775 en Londres, y es considerado, junto a Constable, uno de los pintores británicos más importante.
La muerte de su madre cuando apenas tenía unos 9 años, posiblemente provocó que su padre le enviara a vivir con un tío materno, y fue entonces cuando Turner comenzó a mostrar un cierto interés por la pintura. En 1788 regresa a Londres y empieza a trabajar para un arquitecto, comenzando su formación y su preocupación por el modelo real y la observación, que serán las líneas maestras de esta fase de aprendizaje.
En 1791 obtiene un premio de dibujo en la Royal Academy de Londres, por un paisaje, lo que le llevó a decantarse definitivamente por esta temática. Fue entonces cuando conoció a Thomas Girtin. Girtin dibujaba los contornos y Turner los coloreaba con acuarelas, iniciándose así una importante relación entre ambos jóvenes.
A los 20 años Turner empieza a trabajar al óleo mientras recibía las primeras críticas por sus acuarelas. En estos momentos también llegan los primeros encargos.
Sus fuentes de inspiración estarán en Rembrant, Poussin, Claudio de Lorena y Dughet de los que obtendrá la sobriedad clásica que caracterizará su obra más temprana.
Posteriormente viajará a París, allí conocerá y se influenciará de la obra de Tiziano, Rubens y Rafael, y el color como medio de expresión, será su objetivo más inmediato.
A lo largo de toda su trayectoria artística se aprecia cómo observa el modelo ya existente (otra obra), la «copia», la interpreta, la dota de su estilo personal, y en muchos casos (en mi opinión)… la supera. Bueno, no sé si soy objetiva con Turner… siempre me fascinaron sus cielos de luz entre tinieblas, sus brumas, sus nubes, sus tormentas, en definitiva… sus cielos tan británicos.
Con el título «Turner y los Maestros», se puede ver en el Museo del Prado, hasta el 19 de septiembre esta magnífica exposición del pintor de la luz. Casi todas las obras proceden de la Tate Gallery, de Londres, algunas de la Royal Academy, también de Londres, unas cuantas de Museos de Washington, las poquitas que hay en el Prado y alguna procedente del Thyssen.
Montada a modo de comparativa, se muestra cada obra de Turner, junto a la obra que fue objeto de «modelo» o inspiración, y de esta forma pueden apreciarse las similitudes y diferencias entre ambas, y sobre todo, las excepcionales aportaciones de Turner. De tal manera que nos encontramos con «Venecia vista desde el Puente de los Suspiros» de Canaletto, junto a «Venecia desde el Pórtico de la Madonna della Salute» de Turner, y entonces, la vista se va de un cuadro a otro, y no sabes cual elegir, pero yo tengo mi propia elección, y no es que quiera desmerecer la obra de Canaletto… ni muchísimo menos!, pero es que la obra de Turner, me envuelve, me seduce, y pienso… si me hubieran traído con los ojos vendados, me hubieran puesto delante de esta obra, si no conociera que es de Turner, y me hubieran pedido que situara esta obra, hubiera dicho, sin ninguna duda… es una obra Impresionista, y es que Turner, en su última etapa, fue un adelantado a su tiempo, un precursor del Impresionismo.
Otra de las comparativas excepcionales que presenta la exposición es «El Ciudad de Utrech, 64 haciéndose a la mar» de Turner, procedente de Tokio, del Fuji Art Museum, junto a «La inauguración del Puente de Waterloo», de Constable, procedente de Londres, de la Tate Gallery, una oportunidad única que permite ver por primera vez, las dos obras juntas desde que en 1832 lo estuvieran en la Royal Academy, dos obras de dos grandes artista, que fueron eternos rivales. Quizá tenga que pasar más de otro siglo para que podamos volver a verlas juntas, así que mi emoción fue comparable a la que sentí en mi última visita a Londres, cuando tuve ocasión de ver juntas, por primera vez, «La maja desnuda» de Goya, al lado de «La Venus del espejo» de Velázquez, en la Tate Gallery, y es que este museo, siempre me sorprende, tiene para mí una especie de imán que hace que siempre que he estado en Londres, lo visite, y me digo… la próxima vez que vaya a Londres no iré… pero vuelvo; del mismo modo que vuelvo al Museo Rodin cada vez que voy a París; o que me adentraré en la magia modernista de la Casa Batlló siempre que vaya a Barcelona, y es que… no sé si a alguien más le pasa, pero hay lugares mágicos, que ejercen en mí una fuerte atracción…