Aquella mañana de lunes soleado, un grupo de unos diez pequeñines, con su maestro, venían del Pabellón Infantil, una vez terminada la actividad preparada para ellos. Sentados en círculo en el suelo escuchaban atentos las instrucciones de su maestro, que les iba a permitir moverse por algunas casetas.
Me encanta observar estos pequeños grupos de chiquillos custodiados por sus maestros, y comprobar sus rostros que delatan orígenes hetereogéneos y afianzan la fascinante multiculturalidad.
Llegaron a mi caseta… apenas asomaban la nariz por encima de la mesa, y yo les enseñaba los libros de pequeños, los cuentos para los más pequeñines que comienzan a conocer las letras, que se inician en el fascinante mundo de la fantasía escrita. Fue entonces cuando uno de ellos me preguntó si tenía algún libro que valiera un euro. Yo le dige que no había ningún libro que costara un euro. Su carita quedó entristecida, y nos contó que quería llevarle un regalo a su mamá. Le regalé un marcapáginas con las ilustraciones de Rébecca Dautremer de Alicia en el País de las Maravillas, para que se lo llevara de regalo a su mamá.
– Oh, éso sí que es un bonito regalo para tu madre -le dijo su maestro.
– ¿Te gusta? ¿Quieres tú otro? -le digo sonriendo.
– Me encantaría, pero supongo que los tienes para regalar con el libro…
– Bueno… se lo regalo a quien sabe apreciarlo.
– ¡¡Gracias!!
Y se marcharon los nenes con su maestro. No sé quién se fue más contento si el nene con el regalo para su mamá o el maestro con su regalo.
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