La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.

Mario Muchnik Firmará en la caseta nº 249

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Sábado – 11.06.2011 – 19:00h – 21:00h 

Horario:

* 11:00h – 14:00h / 18:00h – 21:30h de Lunes a Viernes
* 10:30h – 14:30h / 17:00h – 21:30h Sábados, Domingos y Festivos.

Podréis encontrarme y encontrar a La Librería de Chelo en la caseta nº 249 Librería Espacio Lector Nobel, dónde os atenderé con sumo gusto y os podré ofrecer cualquier libro que necesitéis.

telf. 91.439.53.90

Paseo de la Castellana 167. Piso once, ascensor. Desde lo alto de su casa, Mario Muchnik ojea el panorama. Cuando mira así, guarda cierto parecido con un pirata capaz de reducir la tormenta a cañonazos. Por lo visto, Mario Muchnik nunca se rinde. Y eso es lo que le mantiene vivo entre tanto cadáver.

Además de pirata, Mario Muchnik es tío simpático y hombre del Renacimiento. En él caben todas las épocas, todas las artes y todos los oficios. Físico, astrónomo, l

ector y fotógrafo, aparte de intérprete de Mark Twain, por lo que más se le conoce es por su labor como editor. Y no por ser un editor cualquiera. Qué va.
Así como de los buenos manantiales nacen los buenos ríos, Mario Muchnik nació de su viejo, Jacobo Muchnik, de quien aprendió el oficio. Para quien no lo sepa aún, el respeto que Jacobo Muchnik les tenía a los autores queda resumido en la siguiente anécdota: Saliendo entusiasmado de un teatro de Nueva York, quiso conocer al autor de la obra que tanto le había gustado, un tal Arthur Miller. Y así se puso durante una noche y parte del día siguiente a la busca de un joven autor cuya intensidad dramática lo había clavado en la butaca. Ni corto ni perezoso, Jacobo Muchnik llamó a todos los Miller que aparecían en la guía de teléfonos. Al final dio con Arthur y con su mujer, la Marilyn Monroe. Lo cuenta el mismo Jacobo en un libro tan jugoso como imprescindible. El libro de marras se titula Editing y, en él, nos habla de su relación con el papel, la tinta y los autores de talla.
Hay que advertir que, por aquel entonces, la labor de un editor era más pasional que racional y consistía en poner al autor en contacto con su obra. Dicho así, parece fácil. Pero no lo es pues, para llegar a ello, se necesita cierta pericia. El editor de verdad ha de combinar la sensibilidad de un cultivador de orquídeas con la burrería de un picapedrero. Y, a partir de ahí, hacer crecer al autor al compás de su obra. Por aquel entonces, el oficio de editor tenía mucho más de mago que de contable.

Con los pases de magia aprendidos de su viejo, Mario Muchnik editó a Cortázar, a Onetti, a Alberti, a Javier Reverte, a Bruce Chatwin, a Juan Rulfo, a Canetti, a Vargas Llosa, a José Donoso, a Gide, a Fellini y a Conrad, sin olvidar La vida perra de Juanita Narboni, la novela tangerina de uno de los autores más grandes del pasado siglo XX: Ángel Vázquez. Y, ya puestos, por decir no quede que también edita a un servidor. Esa ha sido mi suerte y eso es lo que me mantiene vivo entre tanto cadáver.
Montero Glez

Autor: Chelo Puente

Aprender que con certeza, nada tengo que no me des, a conseguir que el corazón se conmueva siempre por el frágil gesto de la belleza. Aprender que sólo soy si tú existes, y es esta la medida que quiero y me define. Aprender para saberse desprender, he aquí el viejo secreto. Aprender... (Fragmento de "Aprendre", poema de Lluis Llach)

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