La librería de Chelo

Este es el blog de Chelo Puente, donde descubrirás algo sobre mí a través de las palabras escritas y leídas.


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Reflejos color plata.


Sentados en la terraza del apartamento de vacaciones, aquella noche de verano ella leía su novela, él tenía la mirada perdida en un punto incierto del horizonte, allí donde la luna incidía con su brillo en las tranquilas aguas de un mar color plata.

– Qué diferente es este reflejo color plata de como yo lo veo en mi vida -dijo él pensando en voz alta.
– Perdón… ¿me hablabas? -contestó ella.
– Sí, te decía que últimamente veo que mi vida es color plata.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó ella apartando por un instante la vista de su libro.
– Sí, es una sensación que me produce cuando intento mirar algo y los reflejos me impiden ver lo que hay detrás, como cuando la luz incide en un objeto y eres incapaz de reconocerlo por muy cotidiano que sea. Cuando los reflejos no me dejan ver bien aquello que quiero ver y opto por dejar de mirar, o mirar simplemente hacia otro lado y entonces, lo que veo me gusta mucho, me apasiona, es un fulgor que me ilumina y me llena de vida. Empiezo a ver reflejos y más reflejos por más sitios, por más rincones, por más situaciones cotidianas, y me hago preguntas. Entonces me fijo en ese entorno y percibo otros colores, otros sabores, otros aromas, otros deseos, otras sensaciones que hasta ese momento ni siquiera sabía que existían… y pienso, pienso que querría dejarme arrastrar por ese fulgor. Creo que ésto es mi color plata, ese reflejo que no me deja ver la luz.
– No entiendo lo que quieres decir. Me describes una sensación muy extraña, nunca he sentido algo así.
– No es sólo una sensación, mi inmensa pena es que vivo esos momentos, a veces -incluso- lo escribo y al leerlo me doy cuenta de que son reales, y éso me asusta, porque querría que esa luz cegadora eliminara todos esos reflejos color plata que llenan mi vida.
– Mira, tu luz cegadora -dijo ella.
– No te burles… esa luz es el destello del faro.
– Creo que te ha dado demasiado el sol. Anda, vamos a dormir.
– Ve tú… yo iré luego -dijo él- y se quedó sentado, soñando con que quizá algún día se atrevería a mirar hacia otro lado, hacia su luz cegadora que le borraba los reflejos color plata, y siguiendo con la mirada aquella luz del faro que era la única que tenía en ese momento.

©Chelo Puente – septiembre, 2011

Nota: Este relato nació tras una conversación con Josep Aguilella, una noche de verano en la que hablamos de lo humano y lo divino, y por ésto también, todo mi agradecimiento.